jueves, 4 de septiembre de 2008

Catarsis

LA DEL CIERRE


Por Abel Peralta Quiroz
Comentarios:
mr.ritchmond@hotmail.com



I
Hace poco más de un año, en medio de la efervescencia de una animada reunión de amigos en un, hoy lejano, bar del Jirón Quilca, me comprometí con ellos a formar parte de un proyecto de raras ambiciones, llamado Grupo Perú. Se trataba más precisamente de una revista virtual quincenal de temas diversos. Aunque si bien la idea de volver a escribir me animó en un inicio (llevaba medio año alejado de las letras, empantanado en mi caótica sobrevivencia en Lima), no obstante era consciente que traía consigo la implícita obligación de escribir un artículo quincenal para ser publicado en este gratuito rincón del ciberespacio. Para ser sincero, siempre estuve convencido que mi nueva aventura no duraría más allá de un par de entregas, y cuando ésta (la segunda edición) llegó, me di un nuevo plazo de dos entregas más... y luego dos y dos más... Hace poco más de un año que vengo posponiendo mi renuncia, y cierto cercano día, nuevamente en un bar, y por cuestiones que escapan a las simples ganas de continuar indefinidamente hasta convertirnos en un grupo de vanguardia, se decidió que hemos cumplido un ciclo y es hora de retirarnos.

II
Hace poco más de un mes que estoy viviendo (nuevamente) fuera de Lima. Tal vez sea este el motivo por el que el grupo decide dar por terminado el proyecto de la revista virtual y por eso me siento un poco culpable. Las dos últimas crónicas las escribí desde una desordenada (pero cómoda) habitación en Chincha, a donde he venido por motivos laborales (Cuestión de profesionalismo, diría una ya insalvable Elena). Y tenía para este número una nueva, acaso tan desprolija (y por lo mismo atractiva) como las demás, cuando se anuncia nuestro retiro del aire. Enconces pienso que acaso debería utilizar esta última oportunidad que la vida me da para dirigirme a ustedes desde este espacio, dejando de contar las tristes frivolidades de mi personaje empecinado en ser escritor, y hablar un poco de la realidad de un pueblo destruido por un terremoto hace poco más de un año (que coincidió con nuestra azarosa aparición como Grupo Perú) y que permanece olvidado ante la indiferencia de un gobierno que (oh, casualidad) de a pocos se va pareciendo más a su anterior estancia en el poder.


Chincha hoy es lo más parecido a un campo de refugiados, de alguna de las desquiciadas guerras tan comunes en nuestros tiempos; con gente que sigue esperando (ni ellos mismos saben qué) indefinidamente, sobreviviendo en chozas improvisadas con plásticos, cañas y esteras, en un invierno que ha sido más implacable que nunca. En las zonas rurales de Chincha las viviendas destruidas por el terremoto superan el 90 % y sólo unos cuantos empezaron a reconstruir, ya sea porque el estado (cuándo no el estado) les otorgó el esquivo bono 6000 para ganar algún rédito político, o porque no le quedó de otra, como en el caso de Tambo de Mora, que había que reubicar sí o sí a las familias por la pésima calidad del suelo que hacía imposible la reconstrucción. Chincha es también un campo de batalla, del lado de los vencidos; lo sé porque hoy vivo aquí y me basta salir a caminar un poco para sentir a cada paso, el dolor de un pueblo que se niega a levantarse y ya no por desidia, sino porque algo en Ella se ha roto; algo que no son solamente casas y templos religiosos. "Chincha ha perdido el alma", se me escapó de los labios la noche en que, conmemorando un año del terrible suceso, el pueblo salió a una procesión (que más se parecía a un funeral) con el Señor de Luren. Mi buen amigo Joe asintió entristecido (vaya retórica) y sentenció para que no me quedaran dudas: "Nada volverá a ser lo mismo".


Chincha además sigue temblando (no precisamente de frío a pesar de que también) con dos nuevos sismos de respetable intensidad en el último mes, y sólo Dios sabe hasta cuándo. Y yo sigo temblando con Chincha, pero de miedo (y ya me imagino el pánico de aquel día de mierda del año pasado). Al ver la destrucción a flor de piel, me pregunto cuándo volveré a pasear por aquellas calles de casitas alineadas de cuyas ventanas escapaban sólo gritos de alegría y felicidad, que algún día vi en un fugaz paso por esta tierra en mi ya lejana infancia. Y pienso en ello hoy, que he decidido guardar (acaso para siempre) la crónica en la que he trabajado por tres semanas sin descanso, para entregarles a cambio, y en mi despedida (como debe ser) de este espacio al que aprendí a querer porque devolvió a mi vida un poco de la disciplina que he perdido (si es que algún día la tuve), el triste testimonio de un pueblo en llamas. No volveremos dentro de dos semanas como siempre y debo confesar que me entristece hasta el llanto, como cuando salgo temnprano a trabajar y en todo el trayecto se repite la misma escena que hace que vuelva la mirada hacia dentro del colectivo y permanezca con los ojos cerrados hasta llegar a la oficina donde permaneceré trabajando hasta altas horas de la noche, para regresar a mi habitación y en todo el trayecto se repite la misma escena que hace que vuelva la mirada hacia dentro del colectivo y permanezca con los ojos cerrados hasta llegar....


III


Lunes 18 de Agosto. Una inusual multitud agolpada en la puerta principal del estadio de Sunampe. Como no puedo resistir la curiosidad, le pido al chofer que se detenga. Se enoja un poco porque está conduciendo a gran velocidad y tiene que frenar en seco. De un salto estoy metido en medio de un mar de gente que pugna por ingresar a empellones, discutiendo entre sí; un par de hombres ya se han ido a las manos . No voy a poder llegar hasta la entrada para averiguar las razones de aquel desborde humano, así que pregunto a una robusta señora de qué se trata todo el alboroto. "El alcalde nos está regalando esteras" me responde. "Son dos por familia" complementa otra un poco más baja y delgada. Al rato veo salir a una pareja de esposos cargando dos planchas endebles de caña trenzada. "Esas esteras no van a servirles para nada" pienso mientras me dirijo a almorzar en la fonda que está frente a la plaza de armas. Son exactamente las dos de la tarde. Ahora estoy devorando mi plato de frejoles con seco , cuando al mirar casualmente hacia la derecha, veo por la ventana que han armado un pequeño escenario en uno de los extremos de la plaza. al rato llega un bus del que baja grupo reducido de varones, mujeres, y niños; aunque todos lucen muy pobres, están de buen ánimo y sonríen ente sí . Quince minutos después se estaciona en otro de los extremos, una camioneta de lunas polarizadas del cual bajan cinco hombres bien vestidos. Como no puedo soportar la curiosidad, pregunto a la camarera de qué se trata aquel espectáculo. "Va a venir el ministro de vivienda a entregar las tarjetas a los beneficiarios del bono", me dice. Un reportero del canal del estado está cubriendo el evento, y un camarógrafo hace extrañas piruetas para captar tomas que puedan hacer suponer a los televidentes que toda la población está en la plaza aclamando al ministro por su "buena acción". Al otro extremo, más precisamente en la puerta del estadio, la verdadera mayoría se sigue peleando por dos esteras. No los puedo ver pero los siento ahí, y me duele.


Chincha, 08 de Setiembre del 2008

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro, era cuestión de tiempo para que ellos se olviden de que en algún momento Chincha existió...en sí, toda Ica (también estuve de viaje por allá) ...siempre pasa lo mismo (¿círculo vicioso?)

Anónimo dijo...

Holaaaa Abel spero q leas sto, lei lo q scribist y me parece q es muy interesante si q tienes vocacion en sto... t cuidas... patty... spero t acuerdes

Anónimo dijo...

Ay!! amigo mio, esta es nuestra tierra y en ella nosotros, imperfectos seres que en su mayoría intenta sobrevivir, escasos de razón, de sentimiento...de piedad. Valoro tus intenciones, conozco tu indignación ante la injusticia y me doy cuenta que en ese "andar" por la que es finalmente una hermosa tierra, estas acercándote al umbral desde donde y a partir de ahí en adelante tus palabras no solamente lograrán despertar conciencias y ablandar corazones si no también empiezas un desarrollo interior que desemboca en el camino de la sabiduría(obviamente querido amigo un poquito, pero en la dirección acertada).
Mi más sinceros deseos de evolución constante.
Profeman

Urpikusi dijo...

Leo con atención cada una de tus palabras de la descripción de lo sucedido en Chincha y se me vuelve a escarapelar el cuerpo.

Qué importante es compartir esto que sucedió y que en algunas zonas de Chincha, Pisco e Ica continúa sucediendo.

Qué importante es no permanecer pasivos ante lo que ocurre alrededor nuestro y mostrar empatía y capacidad de respuesta copn lo que tengamos a mano.

Qué importante haberte conocido bajo ese contexto que, con sus bemoles, hicieron mella en ti, en mi y en la cantidad de gente que conocimos andando, trabajando y compartiendo en cada uno de los Centros Poblados de Chincha.

Y si hay algo que me gustaría que recuerdes de mi es uno de los consejos que me permití darte alguna vez: Sé muy valiente al asumir esta misión que te ha encontrado...