martes, 27 de mayo de 2008

Editorial

EDITORIAL




GRUPO PERÚ nació con la intención de formar una especie de selección de fútbol pero cultural. Pensé en todos aquellos que se encuentran ahora en el grupo y en algunos más que ya no están, nunca estuvieron o todavía no lo están. Pensé en reunirlos así como se piensa en el último deseo antes de la muerte. En sueños los había visto juntos. Mucho menos pensé que yo podría unirlos. Estaba convencido, sin embargo, que con este grupo sería invencible en el camino hacia un cambio en mi país y contra todo aquello que quisiera derrumbar este anhelo. Estoy seguro que si no los hubiera intentado reunir, habría cometido uno de los más grandes errores de mi vida.
Con el tiempo, como si el grupo hubiera estado en mi destino, descubrí que no sólo era el interés por la cultura lo que teníamos en común. Compartimos también las mismas perspectivas de la realidad y preocupación social. Concordamos en que tanto en nuestro país como en el mundo existe una tendencia anticultural e idiotizante, que se traduce en una debacle moral y educativa. Los únicos paradigmas a seguir son los de la televisión, y si la educación no sirve para ganar dinero entonces no vale de nada el sacrificio de pensar. Todo es visto desde una perspectiva utilitaria y hedonista. Y estamos tan revolcados en este lodo que no nos damos cuenta que aquellos modelos importados y bulliciosos sólo cumplen su misión de embrutecernos, mantenernos fuera del poder y conservar un sistema de cosas que sólo favorece a unos cuantos.
Se hace necesario, pues, que no sólo GRUPO PERÚ sino muchos grupos más empiecen a preocuparse ora por que las personas que no tienen nada que ver con la cultura tengan acceso a ella pero sobre todo que la comprendan, ora que se establezcan legítimos paradigmas (viejos o nuevos) que le muestren a las personas, de una vez, que no son meros instrumentos económicos, ni números en una tabla estadística, sino que también podemos pensar por nosotros mismos, luchar por nuestros ideales y aspirar a cambiar nuestra actual situación.
GRUPO PERÚ aun está en pañales, pero no tengo dudas de que se ha formado un grupo sui generis por lo menos en la capital y que, de crecer nuestra voz, haremos efectivo nuestro compromiso de reivindicar a nuestro país frente a sí mismo y frente al mundo.
GRUPO PERÚ no pretende ser la cabeza ni el Mesías del cambio, pero tampoco podíamos quedarnos sentados a esperar que nazcan los genios o predestinados para dar el primer paso. No perseguimos la trascendencia, nos gusta hacer cosas trascendentales, que no es lo mismo. Mejorar nuestra situación presente, con eso estamos satisfechos y bien pagados. Nacimos recién ayer pero tenemos una firme convicción y toda la pasión para no traicionarnos a nosotros mismos y no claudicar ante las piedras del camino. Les pido le den la bienvenida este grupo en su vida, porque hemos venido a quedarnos.




G. P.

Lo vemos?

































































































Por Pablo Lazo Valverde
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cavaliny@hotmail.com






































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Catarsis

PÁGINAS EN BLANCO











Por Abel Peralta Quiroz
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mr.ritchmond@hotmail.com








I
Hoy la inspiración no vino por casa. En realidad no ha vuelto desde que se fue a dormir al departamento de a lado, hace más de dos semanas. Todo ha comenzado con el inesperado regreso de Giuliana a vivir en el barrio, en la cuadra. No esperaba verla tan pronto, desde que hace un año se mudó con sus abuelos a un lujoso edificio de Barranco.

Para ser más exacto, no esperaba verla nunca más. Ha vuelto y es como si el tiempo hubiera vuelto con ella. Está encantada de verme. Debe ser porque los amigos no ya están más.

Todos se han ido. Soy el único que aún le encuentra sentido vivir en este extraño lugar, a un extremo de la metrópoli. Hemos congeniado muy rápidamente, distribuyendo nuestro tiempo entre salas de cine, cafés, algunos recitales (de los pocos rescatables que se dan en Lima=, los juegos de video y, por encima de todo, escuchar música en mi habitación. A Giuliana le gusta la música que escucho. Sobretodo Flema; le causa mucha risa.


Estudiamos en la misma escuela el tercero y cuarto de primaria. Tenía nueve años pero su cuerpo alargado le hacía aparentar muchos más y por eso le decíamos “la jirafa”. Ella no lo sabía y se ha reído mucho cuando hoy se lo he contado. No tengo muchos recuerdos de aquellos días, sólo que me gustaba mucho su largo cabello castaño. Al año siguiente mis padres decidieron enviarme a otra escuela por mis problemas de conducta, pero seguimos viéndonos todos los días, y los sábados iba con mis hermanas a vernos jugar béisbol con los amigos, a un parque a espaldas de mi casa.


A Giuliana le fascinan las pavadas que escribo. Debo suponer que es porque aún no la he mencionado en ellos, aunque cuando se lo he comentado me ha respondido que le encantaría ser uno de mis personajes, así sea que la convierta en villana. Está maravillada con el último cuento que he publicado en la revista. Trata sobre mi madre. Le ha parecido una historia muy triste pero la encuentra muy buena. Le he hablado de mi estilo engañoso, que es tan simple que cualquiera podría hacerlo mejor.


Confieso que no estoy acostumbrado a recibir elogios por mis escritos. Por ahí algún comentario piadoso de mi hermana, o correos electrónicos alentadores que muy rara vez recibo de los lectores de la revista. Pero son raras excepciones. Lo común es que aquellos que un día fueron mis amigos me escriban indignados para reclamarme a insultos por verse descubiertos con pelos y señales en los escuálidos escritos que publico para la revista “Cerdos y Peces”, a cambio de 70 pesos por columna (en algunos casos he ido más allá de los límites permitidos por los códigos, y los he mencionado con nombres y apellidos). O llamarme por teléfono para decirme lo mismo que Andrea, cuando se enteró por uno de mis cuentos publicados, que aunque la llenaba de elogios, nunca leía los poemas que me enviaba buscando una apreciación de mi parte:


- Eres un cínico.




II
Estoy solo en mi habitación. La situación ha ido empeorando. Antes me bastaba recorrer con la mirada mi habitación llena de trastos sin valor, para encontrar un argumento imposible sobre el cual escribir. En las últimas semanas me ha sido imposible siquiera sentarme frente a la computadora.


He puesto de cabeza mi habitación buscando entre los objetos que guardo y conservo con cariño: discos y entradas a recitales de bandas inverosímiles (que mi madre juzga injustamente por sus extravagantes apariencias), el pedal de una guitarra eléctrica que me llevé del escenario en alguno de esos desaforados recitales, muchas camisetas de fútbol firmadas por jugadores que hoy ya no están en actividad (en los últimos años no he comprado ninguna porque el dinero me es esquivo), panfletos comunistas, revistas prohibidas que compraba con harto esfuerzo en la infancia, sellos postales de los muchos países por los que he viajado, unos cuantos ceramios excavados ilegalmente hace unos años en un accidentado viaje a Arequipa, y una hermosa pieza lítica del imperio incaico que cierto día, y sólo para probar mis agallas, robé de un museo en las narices de los vigilantes. Un metro de pesada cadena de la puerta principal del Congreso de la República que arrancamos hace unos años durante una protesta estudiantil. Cada uno de ellos podría contar por sí solo una hazaña. Pero ninguno me dice nada ahora. Sería mejor dejar de ver a Giuliana.



A mediodía he recibido la llamada de Mariano, director de la revista, preocupado por el retraso en el envío de mi columna. Creo que exagera porque siempre esperan el último momento para recibirlas. Le he mentido que “ya está casi lista” y que lo tendré terminado para la noche. Me ha creído. Pero estoy absolutamente convencido de que no la tendré para la noche. Ni siquiera en mis momentos más lúcidos he conseguido escribir más de media página en las cinco horas que me quedan. Tengo todavía el tiempo de gracia…



Sólo falta un día para vencer el plazo de entrega y mi hoja permanece en blanco en la pantalla de mi destartalada máquina que ya no anda al ritmo de antes. No recuerdo una situación similar en los últimos tres años. Aquella fue una larga temporada de meses, a la que sobreviví con los escritos que tenía acumulados y algunos poemas bobos. He recordado las sabias palabras de Oscar, a quien recurrí en aquel entonces, para que me ayude a salir del pantano.

Me dijo:
- Si no encuentras las palabras en la inspiración, debes buscarlas en la “no inspiración”.



La no inspiración pueden ser los malos recuerdos. Trataré de hacerle caso.


III
Ocurrió hace más de dos años. Tal vez tres.
Sábado por la noche. Digamos primeras horas de un domingo de invierno. Salíamos con Jorge y Yuri de una noche de farra en el Nuclear bar, donde festejamos hasta muy entrada la madrugada una nueva semana de fracasos previsibles. Estábamos ebrios. Excesivamente (no acostumbro a tomar hasta perder los estribos); caminábamos tambaleándonos y hablando incoherencias. No nos había bastado con pasar bebiendo ocho largas horas desde las cuatro de la tarde en que coincidimos por casualidad en el Queirolo. Ahora nos dirigíamos por la tercera cuadra de Colmena, con todas las intenciones de continuar el jolgorio.



Al entrar en el jirón Quilca, una negra silueta un tanto indefinida salió de entre las sombras que hacían en la noche unos grandes recolectores de basura colocados a un lado de un sucio edificio. Yo iba adelante, mis compañeros iban un poco retrasados tratando de llenar con licor una botella mientras caminaban. Retrocedí ágilmente dos pasos. Podría estar alucinando de lo ebrio que estaba. Pero no: era una vampiresa. Llevaba una campera, pantalones y zapatos negros. La cara morada como los muertos reales, colmillos afilados de los felinos africanos, y una larga capa negra que arrastraba al caminar, y le daba un aspecto de insecto mojado.


Se plantó enfrente de mí, extendió su capa (como lo hacen las damas de afilados colmillos en las películas norteamericanas) para cortarme la huida, y con su voz cavernosa y un aliento repugnante, me dijo:

- Quiero tu sangre…


Creo que me asusté (aunque no he querido reconocerlo en las charlas posteriores con mis viejos camaradas, que suelen recordar el episodio muy a menudo en nuestras reuniones). A falta de una sólida reacción racional, el mecanismo de defensa automático (típico en estos casos) se activó instantáneamente. Entonces mi brazo izquierdo se extendió violentamente, con el puño cerrado en el extremo, y le dio directamente en medio de los ojos, haciéndola trastabillar y caer al suelo con un chillido lúgubre de conejo herido.

Todo se detuvo en un instante. La vi caer despacio (como desplomándose en cámara lenta), y cuando sus rodillas rozaban el piso le di un puntapié en el plexo, al tiempo que le lanzaba irreproducibles improperios. Un vampiro muy grande y horrendo saltó ágilmente (aunque yo lo vi llegar volando) de la oscuridad, en su auxilio. De un brutal puntapié me lanzó por entre los sucios recolectores. De un salto me incorporé y aunque sabía que no lo iba a vencer, me lancé contra él. Un golpe a la altura de los riñones me detuvo en seco. Era otro de ellos que había aparecido en escena. Surgió otro más, y luego otro.

Noche de terror en pleno centro de Lima. Jorge y Yuri se batieron estoicamente en medio de las brumas de la embriaguez para defenderme. Todo terminó muy confuso y doloroso. Me llevaron a rastras con la cara bañada en sangre y los riñones destrozados.


La última visión de aquella madrugada de alcohol y desorden la obtuve al volver la cabeza, mientras doblábamos al final de la estrecha calle hacia la Plaza San Martín: la chica seguía tendida en el piso llorando desconsoladamente, mientras sus cuatro guardianes del infierno intentaban consolarla, jurando a gritos que me matarían y juntos se beberían mi sangre en algún diabólico ritual del inframundo…


Durante dos días he intentado utilizar los recuerdos de aquella magra experiencia y escribir un relato corto para la revista, reconstruyendo pacientemente los pequeños trozos que la memoria ha sido generosa en revelarme muy de a pocos. Tengo un argumento. La idea parece prometedora. He escrito un primer borrador de un solo tirón, al que he titulado “La Noche del Murciélago” (como aquel libro de pésimos cuentos que considero el peor en su género y a su autor el peor escritor en su estilo). Hoy he continuado trabajando en él durante toda la mañana y tarde, ignorando al estómago (que no ha dejado de molestar pidiendo alimento), y a Giuliana (que se ha cansado de tocar la puerta sin resultados). La tarde se ha ido desvaneciendo hacia la noche y he salido a caminar un poco para despejarme. Al volver he continuado en lo que resta del viernes. Hacia la medianoche mi relato se ha ido estancando peligrosamente y hasta detenermo en un enorme desierto de incertidumbre. De golpe he detenido mi trabajo, desalentado.


Entonces he tirado los borradores al tacho. No he podido encontrarle un final decente (o uno indecente, que son los que más se acomodan a mis relatos). Y si no tiene final no sirve.
La suerte está echada.




IV


Han pasado exactamente quince días (los quince días que tengo para tratar de cazar una idea, desollarla y cocinarla) desde que Giuliana ha vuelto al barrio dispuesta a ocupar el lugar que antes llenaban mi solitaria inspiración de escritor frustrado y mi vieja Pentium I. Por la mañana he buscado entre los escritos que descarté de Nihilismo, algún relato inédito que me permita salir del paso y enviar algo, mientras espero tiempos mejores. De todos modos siempre publican mis cuentos (y siempre también envían el dinero), más por el aprecio que me tienen los editores que por la calidad de los mismos. No he encontrado nada que pudiera servirme. El cuaderno con los textos seleccionados lo dejé olvidado hace unos meses en un bus.


Por la noche, al volver de cenar con Giuliana (y ya con el plazo adicional que el editor suele darnos para casos extremos a punto de vencer), me senté frente a la vieja computadora para zanjar el asunto: La llamada de Mariano no ha interrumpido nada, pues mi hoja permanece en blanco en el decimoquinto día de carencia. “Estamos a punto de cerrar la edición”. “Ya va en dos horas” le he dicho para zafar. Pero ni siquiera tengo una idea sólida sobre la cual apoyarme para empezar a escribir.


Un segundo fugaz de lucidez. No estaría mal contar estos quince días en que la inspiración me ha abandonado y amenaza con no volver. Ocho y treinta de la noche. Giuliana está sentada en el suelo, mirando la televisión y acariciando al gato del vecino que se ha metido por la ventana buscando el cálido refugio de mi estufa, cuando empiezo a redactar mi triste testimonio:
Hoy la inspiración no vino por casa. En realidad no ha vuelto desde que se fue a dormir...





El Viajero de la No Mente



EPISODIO III : HACIENDO UN CAMINO SIN ANDAR








Por Fabrizio Davelouis Valega
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fabrizioemptiness@hotmail.com










En ese momento Lucero interrumpió la conversación:

- Ya llegamos, amigos, bienvenidos a mi casa

Santiago bajo del auto y observó cómo Anoushka se acercaba a Lucero y le susurraba algo. Mientras lo miraba fijamente, Santiago tomó una actitud sabia y optó por la prudencia, desviando la mirada en ese momento.

Finalmente Rodrigo, Anoushka, Lucero y Santiago caminaron por el gran jardín de la casa de Lucero.

Los jardines eran amplios y verdes.Cerca de la casa había hortensias, grandes muy bien cuidadas, además de una bonita pileta al estilo renacentista. Al caminar por el lugar Santiago observaba y recordaba que de donde el venía no existían este tipo de cosas, su situación económica era extremadamente pobre, nunca tuvo un techo propio, tampoco conoció a sus padres. Ni siquiera ha visto alguna foto de ellos, sólo se imagina cómo pudieron haber sido, a pesar de que vivió en la casa de una tía hasta la edad de ocho años, pero luego se escapó para no tener que continuar soportando los maltratos y humillaciones.

Santiago tuvo una infancia dura, como muchas personas, pero su vida empezó a cambiar en la adolescencia. Tuvo mejores oportunidades pero en lo económico se mantuvo igual, tuvo en varios empleos, más bien, subempleos, siempre soportando el mísero sueldo. Sin embargo un día encontró un libro que le cambio la vida.

_Pasen, amigos, siéntense en la sala, vengo dentro de unos minutos – dijo Lucero y se retiró a dar instrucciones a las trabajadoras del hogar que tenía en su casa.

Inmediatamente Rodrigo se acercó al tablero del equipo de música y buscaba entre los discos compactos alguno para colocar, mientras tanto Anoushka se acercó a Santiago y le preguntó:

_Me he dado cuenta cómo miras a Lucero.¿Estás enamorado de ella?

_ Mmm… Enamorado es una palabra que no definiría con exactitud el sentimiento o los sentimientos que puedo sentir hacia ella – respondió Santiago.

_Bueno entonces ¿no vas a negar que ella es una chica muy bonita?

_No lo niego.

_Entonces, la amas ¿verdad?

_¿Tú qué crees?

_Que sí.

_Que sí porque ella es una chica bonita igual que tú, Anoushka. Ja, ja, ja – intervino Rodrigo.

En ese momento Anoushka se avergonzó y dijo:

_Ya vengo, voy a ver que está haciendo Lucero.

_Así que te estaba molestando Anoushka ¿verdad? – preguntó Rodrigo luego de que ella se fuera.

_Más o menos. Es que se ha dado cuenta que le tengo mucho cariño a Lucero.

_Bueno, amigo mío, una cosa es el cariño y otra es estar enamorado.

_Depende de qué se entienda por cariño y qué se entienda por estar enamorado – respondió Santiago.

_Así? A ver, habla.

_Para mí sentir cariño por alguien es eso: desearle todo lo bueno desde lo más hondo del corazón cada vez que pienses en esa persona. Estar enamorado es lo mismo, sólo que la palabra enamorado se utiliza cuando es una chica en especial, por la que tú sientes ese cariño, pero para mí el cariño es el mismo, son las palabras las que cambian.

_Entonces – dijo Rodrigo – si tú me dices que me aprecias yo debo preocuparme
porque puede ser que estés enamorado de mí. Ja ja ja – Rodrigo decía esto entre risas a pesar de que podía incomodar a Santiago, sin embargo él lo toleraba por que apreciaba a su amigo a pesar de las bromas que siempre hacía.

_Ja ja ja ,ya quisieras – le dijo Santiago

_Bueno, amigo, a Lucero también parece que tú le gustas. ¿Qué te parece eso?

_Mmm, eso puede no ser algo tan positivo como tú crees.

_Pero ¿por qué?








Sabiduria de la Esencia



CURSO DE SABIDURÍA DE LA ESENCIA : CLASE 7












Por Fabrizio Davelouis Valega
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fabrizioemptiness@hotmail.com








Hay dos principios que nos guían a encontrar o hacer un buen juicio basado en la verdad. Estos son:

1. El Principio de Cubierta:
1.1: Hay dos teorías válidas en los dominios D1 y D2 respectivamente. Si D2 > DI. Eso es, si el segundo cubre al primero, entonces la segunda teoría está más cerca a la verdad que la primera.

1.2: Igualmente, a más grande el dominio de información, mejor la conclusión será, asumiendo que todos los otros factores son iguales.

Del principio de cubierta y del principio de conexión, vemos que el principio verdadero tiene la característica de “expansión”.
2. El Principio de la Distribución óptima [desarrollo sostenible]:

Tus esfuerzos, fuerza, recursos y tiempo deben ser distribuidos óptimamente sobre los problemas a disposición con la consideración de tu meta.
Debemos observar que, para cada persona, la atención debe ser dada a dos diferentes problemas: el problema de la existencia (o existencial) y el problema del desarrollo. Estos dos están relacionados, pero no son iguales. El primero es más importante que el segundo.La Ley de Triple Corazón

C = C + C
M B S

Es una ecuación en la que constan las siguientes variables.

Donde C = Representa el corazón de Multitud o el que todos tenemos. M
C = Representa el corazón de Buda o de la iluminación. B
C = Representa el corazón de los Cinco Skandhas S

Las diez malas acciones que deben evitarse para acercarse a la iluminación:
01. Matar.
02. Robar.
03. Adulterio o mala conducta sexual.
04. Mentir.
05. Adular.
06. Hablar duramente o maltratar verbalmente.
07. Relatar un mismo hecho de manera distinta a 2 personas para que entren en conflicto, chismear y enemistar a las personas mediante la palabra.
08. Avaricia o codicia.
09. Odio o Cólera.
10. Puntos de vista equivocados.
Diez buenas conductas:

Las negaciones de las diez malas acciones se definen como las diez buenas conductas.

Si no realizas las diez malas acciones, entonces tienes las diez buenas conductas.

Son esenciales para el renacimiento como ser humano en este mundo tolerable o en algún lugar mejor.

Si realizas estos buenos hechos sin un pensamiento de realizarlos, tú estás en el camino del corazón de Buda.


















Ostracismo

REFLEXIONANDO SOBRE LO REAL










Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com









Abstrayendo lo real (la realidad es la experiencia individual de lo real) obtenemos la relación sujeto-objeto. Aisladamente, el sujeto posee pensamientos y sensaciones. Al hablar de objeto nos referimos a “la cosa en sí”, un ser extraño para el sujeto y, por ende, para sí mismo. El paradigma de esta relación tiene como causa la interpretación que el sujeto hace del objeto y como consecuencia, la inmutabilidad del objeto, es decir, su constante ignorancia por parte del sujeto.

Ahora bien, circunstancialmente el sujeto puede convertirse en objeto y viceversa. Depende de quién interprete a quién. El que interpreta siempre será sujeto. Por tanto lo que es interpretado sólo puede ser el objeto. Los roles de intérprete e interpretado se mantienen. La nominación de sujeto u objeto es relativa. Basta con que el objeto piense en el sujeto para que se truequen los papeles.Existe también la posibilidad de que el sujeto hable sobre él. En este caso, se convertirá en objeto de sí mismo, esto es, en sujeto y objeto a la vez.

El sujeto a pesar de estar en contacto ineludible con el objeto y tener la capacidad de discernimiento, ignorará siempre algo de éste. El sujeto dentro de un cúmulo de verdades que pueda reunir acerca del objeto, ostentará siempre un gran margen de error y serios vacíos.

Hay que aclarar que un objeto sólo es inteligible en tanto el hombre posee inteligencia y puede discernir ciertas cosas acerca de aquél. Cuando un objeto deja de ser pensado, no deja de existir, de lo cual se infiere que ser inteligible no es una condición intrínseca suya, no lo hace ser o dejar de ser. Otra aclaración necesaria es que el objeto se caracteriza por permanecer indiferente ante el sujeto. La interpretación como hecho real, se da dentro del sujeto, nunca fuera de éste. La voluntad es lo que lleva al sujeto a pensar en las cosas, es por eso que toda interpretación que se haga del objeto no lo afecta para nada y más bien, lo deja tal como estaba al principio, intocado.

En resumen, siendo la interpretación acerca del objeto que hace el sujeto algo ineludible (tanto a través de los sentidos como del pensamiento), creará siempre más necesidad de interpretación, ya que su único producto es la ignorancia. El sujeto se acerca al objeto por desconocimiento, se aparta de él irremediablemente para pensarlo y volverá a él cada vez que tome conciencia de que su conocimiento sigue siendo incompleto.

Mundo de Palabras

EN BUSCA DE UN RECUERDO









Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com








Salí de mi casa con unas pocas monedas (en realidad pensaba caminar un poco) a recobrar mi infancia desvirtuada en un recuerdo, a recoger un pedazo de mí caído en el pasado. Quise, así sin más, andar y habitar otra vez los lugares que anduve y habité de niño. Deseaba, sobre todo, volver a ver la iglesia donde hice mi primera comunión. Llegaría a más un de un lugar memorable.

Dubité en la ruta que pensé daba al lugar que recuerdo. Fue arriesgado porque recordaba el inicio pero no el camino en sí ni como desembocaba en mi destino. Lo cierto es que una vez en el sitio, no recordé nada. Habían pasado 14 años y a pesar de que siempre contemplaba a lo lejos estos lares cuando el micro que me llevaba a la universidad pasaba por aquí, jamás había vuelto a repetir el mismo recorrido hacia la iglesia.

Tampoco me iba a dar por vencido. Ya estaba aquí y había caminado al menos un kilómetro. Sólo era cuestión de tiempo y de dar unas vueltas vanas por el lugar.
Como no recordaba cómo llegar a la iglesia, decidí hacer lo contrario de lo que había pensado. Mi plan era ir primero a la iglesia y luego al colegio donde nos llevaban después de la misa y los cánticos a seguir la catequesis en sí. Era el orden lógico. Como estaba más cerca del colegio (según mi recuerdo) decidí hacer el viaje contrario.

Con todo, no encontraba tampoco el colegio. Recordaba un callejón que daba a una avenida y más arriba, siguiendo ésta, una calle ancha que la cruzaba y donde supuestamente debía estar el colegio. Sólo la avenida que atravesaba la calle existía.

Tuve que retroceder porque el lugar se tornaba irreconocible (no sabía exactamente dónde estaba el colegio pero sí tenía claro dónde no podía estar). Me volví desconcertado, decepcionado, intrigado. No me iría del lugar hasta no encontrar lo que buscaba. Tendría que preguntar (aunque no supiera bien qué). Sin embargo, en una de las calles, que otra vez no era la que buscaba, pude apreciar las espaldas de lo que indudablemente era un colegio. Había todavía una esperanza. La calle que venía podía ser la del sitio que buscaba, aunque no lo parecía porque la imagen que tenía en la memoria seguía siendo la de una calle ancha y no una estrecha como esta. No me importó. Primero iría a este colegio y luego ya veríamos.

Llegué a la calle, entré en ella; no me parecía familiar pero igual me acerqué a aquel colegio que se encontraba un poco más al fondo. Lo reconocí. No era tan grande como el de mi recuerdo (así como tampoco lo fue mi primera casa cuando la visité luego de varios años) yo era más bajo entonces y las cosas parecian más grandes de lo que en verdad eran. Reconocí la entrada, el portón… tenía sólo dos pisos (llegué a creer que tenía tres). Aquí estaba después de 14 años. En aquellos años yo era todavía un niño, no era ni un vientecillo de lo que soy ahora (si no es al revés).
No sé por qué me puse a leer los avisos y la publicidad de la fachada del colegio. Seguramente buscaba un nombre conocido, una fecha. Luego me expliqué que esa era la mejor forma de recordar: sabiendo que el recuerdo estaba vivo, estaba ahí, no había muerto. Por primera vez supe el nombre del colegio, que de niño jamás me había importado: Alcides Espelucín.

Las cosas que no pasan

CRÍTICAS CRITICABLES









Por Martín Barrera Tello
Comentarios:
marbarrera@gmail.com








“Ya estoy cansado de que me echen culpas ajenas… ¡rechazo la cantaleta repetitiva de todos los que dicen que no se hace, no se hace, no se hace, no se hace! No hacen los que han recibido la plata y no cumplen con hacer las obras. Esos son los que no hacen… ¡Qué tal raza! Vayamos a reclamar donde tengamos que reclamar”. (Alan García Pérez, frente al pueblo puneño. 24/VI/2008)

Nuestro primer mandatario parece haberse convertido en el primer crítico del país. Según su visión, “El Perú avanza” gracias a las medidas tomadas por su gestión, pero los errores que no nos dejan ver todas las mejoras de su slogan publicitario (casi tan imperceptible como el conocido “chorreo” del régimen anterior), son responsabilidad exclusiva de los presidentes regionales. Pareciera que García y su entorno no conciben la posibilidad de analizar (al menos de vez en cuando) cuáles son sus desaciertos. No. La historia – según lo visto en Puno – para el actual gobierno, se resume a un versus entre un abnegado Presidente, al cual todos debemos venerar, y los Gobiernos Regionales.

“Lo que pasa es que (los peruanos) han agarrado la costumbre, como antes cuando el presidente gobernaba todo, de echarle la culpa de todo al presidente. ¡Qué tal raza! Pensemos bien que el Perú es diferente y vayamos a reclamar donde tenemos que reclamar”. Con estas palabras, Alan García se lava las manos ante una ciudad tan distante de Lima como olvidada por el Gobierno Central. Según su concepto de gobernar, los puneños no tienen de qué quejarse porque manejan un presupuesto con el que jamás antes habían contado.

“Nunca como ahora se ha invertido tanto en el sur del país. ¡Nunca! (Se invierte) en la carretera Interoceánica, en la electrificación. Nunca como ahora se ha entregado tanto canon minero, que antes se quedaba el gobierno de Lima con él”. Conclusión tan ajena a la realidad como la idea de que el dinero te da prosperidad. ¿Acaso son prósperos los narcotraficantes, los delincuentes que manejan miles de dólares o las mujeres que venden su tiempo al mejor postor?

Es cierto que el factor económico puede ser la base para la mejora de la población, pero si éste no es manejado de acuerdo a políticas que regulen su uso de acuerdo a beneficios colectivos a corto, mediano y largo plazo, de nada servirá que se hable tanto de las millonarias cifras con las que cuentan algunas regiones del país. Si no hay un trabajo concertado entre los Presidentes Regionales y el Poder Ejecutivo, el país estará condenado a ver escenas de carácter casi farandulero en la cual un Jefe de Estado habla mal de otros presidentes. O lo que es peor, poses infantiles (con el respeto que merecen los niños) de un García que grita a los cuatro vientos todos sus logros.

“Hemos electrificado con 27 millones entregados por el gobierno central a 190 pueblos. ¡Qué cosa, eso no es obra! Vamos a tener 1 030 pueblos en Puno electrificados. Ya hemos puestos los 192 millones de soles para electrificar esos 1.030 pueblos ¿Eso no es obra?”, pregonó Alan a los concurrentes a su presentación aquella tarde puneña. Pidió a muchos peruanos que ni siquiera conocen las funciones del Estado reclamar sus derechos, pero le parece mal que otros peruanos organicen marchas o medidas de protesta, como las anunciadas para el mes de julio.

¿Acaso quien critica no debe estar preparado para recibir críticas de sus detractores? ¿Habrá algo de cierto en ese famoso “egocentrismo” de nuestro presidente, tan mencionado por sus más ácidos críticos? Lo que sí es cierto es que debería invertir el tiempo que gasta hablando de sus obras, en coordinar los grandes proyectos de cada ciudad con los presidentes regionales. Al final, los laureles se los llevará quien juzgue la historia mañana, y hoy los peruanos le estaremos agradecidos.

El egocentrismo no superado de mucha gente les hace creer que gobernar es reinar. O, mejor: darse el gustazo de ser rey, de tener facultad para hacer lo que se le da la gana, sin tener que rendir cuentas, ni tener que informar a nadie, y, además, gozar de la adulación circundante, que amortigua como una capa espesa de miel, todos los ruidos y quejumbrosidades de los sometidos. (Oscar C. del Rosal).














domingo, 11 de mayo de 2008

Editorial

EDITORIAL





GRUPO PERÚ está cansado de que la gente prefiera el entretenimiento a la cultura, que en los periódicos la farándula pase por arte o que éste sea visto como simple distracción. Estamos cansados de ver en las portadas de los diarios que el acontecimiento de la semana es el embarazo de Tula Rodríguez y que Gisela Valcárcel, cual líder de opinión, piensa tal o cual cosa sobre el hecho, es decir, que se desinforme y se le dé sólo basura a la gente.
No queremos que nuestros jóvenes escuchen reggaeton todo el día, mientras las mujeres tratan de revalorar su género en una sociedad de mujeres que corean y bailan temas obscenos y denigrantes para ellas mismas. GRUPO PERÚ está harto que el Perú sea estereotipado como un país turístico y exótico cuando nuestros aportes culturales son mucho más amplios y transcendentales. GRUPO PERÚ detesta la hipocresía del gobierno, que arregla la casa cuando vienen visitas y no para beneficio de su propio pueblo. Estamos hartos de ver a personas de tez blanca y con ropa que nunca usaremos haciendo de peruanos en los spots televisivos, diciendo que el peruano es creativo porque lo único que saber hacer son hamburguesas o pintar una tabla de surf. Nos causa lástima ver la televisión llena de programas absurdos e idiotizantes, atestada de prensa farandulera, de bailarinas que hacen de periodistas, de futbolistas alcohólicos, cantantes sin talento, de modelos que pretenden ser conductoras de programas dominicales y una cultura chicha que nos vuelve cada vez más irresponsables. ¿Estos son los modelos que debemos seguir? ¿Estas las opiniones que deseamos escuchar? ¿Este el orden que debemos mantener? ¿Los peruanos merecemos ver y oír tanta basura? Es hora de formar una verdadera identidad, ser más críticos con lo que vemos para no permitir que nos mantengan desinformados y embrutecidos, con el fin de dejarnos adormecidos e indiferentes frente a los verdaderos problemas y urgencias de nuestro país. Ayudarles a salir del letargo es el compromiso de GRUPO PERÚ. ¡Con su ayuda peruanizaremos al Perú!





G. P.

OG OG OG!

Por Otto
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Sala de Maternidad























































































































































































































































































































































































































































































































Lo vemos?


Por Pablo Lazo Valverde
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Homenajes
























Por Pablo Lazo Valverde
Comentarios:
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Lo vemos?


Por Pablo Lazo Valverde
Comentarios:
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Catarsis

MAMÁ ESTÁ TRISTE











Por Abel Peralta Quiroz
Comentarios:
mr.ritchmond@hotmail.com






"Incondicional puede ser mi vieja. Los demás te ofrecen, pero también te demandan. En cambio la madre te da, te da y te da…"

Manuel Ricardo Espinosa











I

Tardé dos años en dar cara a mi familia para aceptar que había decidido rendirme sin haberlo intentado. Aunque lo venían sospechando, por mi silencio prolongado, por la ausencia de un reporte de notas al final del año académico. Por sus cartas sin respuesta. Por el teléfono que un día se malogró y no hubo técnico capaz de reparar. Por mi paradero incierto, cual prófugo de la justicia…

Dos años. Se lo confesé a mi hermana Eva una cálida noche de Enero, mientras cenábamos con carne y ensalada en lo de Maruja, aunque siempre pensé que no me alcanzaría el valor para admitirlo. Fueron dos años pero igual pudo ser una vida. No es que se me hubiera ido el tiempo pensando en una forma de decírselos sin causarles dolor. En realidad tardé ese tiempo porque inconscientemente asumí que no los tendría que volver a ver. Quizá finalmente había llegado el momento de dispersarnos por el mundo, seguir poblándolo para mantener la especie. Pero nada de volvernos a cruzar.

Aquella noche supe que algo se había roto para siempre en nuestras vidas. Lo supe por el silencio de mi hermana (a la que había dejado cuando aún era una niña), por su forma de mirarme. Por su tristeza al pensar en mi futuro. Lo supe por su enojo cuando le dije que no había marcha atrás. Pero sobretodo, por las noticias a las que por años había huido. Sobretodo por eso.

– Papá está enojado y dice que si no vuelves a la universidad, no te mandará más dinero.

Pero no era él quien me importaba, en todo caso siempre lo supo. El asunto era mamá. La pobre mamá que tantas ilusiones había fijado en mí. Se lo pregunté y ella dudó en responder, pero me dijo “Ella…”.

Cuando caí en cuenta que fue un error preguntarlo, intenté de cambiar el tema hablando de mis primeros escritos publicados en la revista Cambios, pero Eva culminó su respuesta (que para eso había venido desde Cajamarca) mientras se levantaba de la mesa, limpiándose los labios con una servilleta

- Ella está triste.


II

La mesa del fondo. Lo de Maruja.

No recuerdo exactamente cuándo empecé a frecuentar aquella pequeña fonda, a espaldas de la calle Santa Rosa, la calle donde viví con mi familia en la infancia (a la distancia recuerdo que al caer la noche íbamos en grupo a tomar las sobras de refresco que quedaba del almuerzo, que la señora Maruja nos regalaba con una gran sonrisa), pero tengo fresco en la memoria el día en que aquel pequeño rincón del mundo se convirtió para siempre en mi refugio favorito: Diciembre del 92. Aquel día le ganamos 1 a 0 al Alianza con gol de Roberto Martínez y clasificamos a la copa. En la mesa del fondo un grupo de muchachos eufóricos festejó hasta muy avanzada la madrugada. En medio de esa masa desenfrenada estaba yo… eran tiempos felices.

Luego vendría la adolescencia, el café de las tardes con algunos amigos que logré mantener a pesar (y por encima) de las distancias y, finalmente, la cena diaria, solo en la mesa del fondo, como aquel día de la consagración….

Por eso la mañana en que la casera me despertó con fuertes golpes en la puerta, avisándome que me venía a buscar Eva (que finalmente había dado con mi paradero desde que decidí pasar a la clandestinidad, ocultándome del escrutinio de mi familia) pensé en aquel lugar donde siempre fui feliz (el único sitio donde nada podía salir mal), para responder desde adentro, sin levantarme de la cama donde me reponía de una agitada noche en el Nuclear Bar del jirón Quilca:

– Dígale que estaré a las 7 en lo de Maruja


III

El invierno llegó con la misma rapidez con la que se había ido el año anterior, para dar paso al verano, que tanto disfrutaba no por la llegada del calor (que me sofocaba al extremo de odiarlo), sino porque todos se iban a la costa, dejándome el barrio entero a mi disposición. Entonces podía volver a salir a caminar tranquilamente hasta la plaza sin encontrarme en el camino mas que a unos cuantos perros callejeros (por los que siento una profunda admiración), escuchar mis discos de Almafuerte (hubiera sido preferible ir a verlos tocar, pero Almafuerte sin duda estaba también en la costa, donde estaban todos) sin atormentar a mis vecinos de piso, pasar largas horas leyendo a Cortázar en la azotea, sin la molestosa presencia de los niños, sus juegos y sus gritos, o simplemente entrar al minimarket en cualquier momento a comprar Coca Cola y alfajores sin soportar media hora de insufrible cola. Todo era perfecto.

Pero ahora era invierno, y en invierno todos están haciendo rutina. Todos están en la ciudad. Todos en el edificio, en el piso cuya habitación al fondo del pasillo ocupo (oiga, baje el volume que el nene está haciendo las tareas), todos colmando las calles, los parques y el boulevard. Todos felices tropezando entre sí sin darse cuenta (o sin querer hacerlo). Todos apelotonados en el minimarket a mediodía y por las tardes y por las noches también. Todos también en el Melonio, a donde solíamos ir siempre a las seis de la tarde, para tomar café mientras comentábamos la situación política y otras cosas igual de intrascendentes…

Era invierno y esa era una razón para escapar de Buenos Aires y estar nuevamente en Lima, mirando el mundo desde la ventana de mi habitación en Santa Anita, escuchando a Almafuerte a volúmenes extremos (vivo solo en la segunda planta de un viejo chalet que me alquilaron por doscientos soles mensuales porque nadie antes lo quiso tomar), y asistiendo a la facultad únicamente para no sentirme un fracasado. Y siempre cenando solo en la mesa del fondo de lo de Maruja (pues los amigos han crecido y se han ido a distritos céntricos, para vivir tropezando entre sí), y ahora soy un extraño en mi propio barrio.


Regresaba a casa cierta noche y hallé en la contestadora del teléfono un mensaje (hace tiempo que no me dejan mensajes, el último fue el de Ricky Espinosa hacía ya más de tres años), uno que había temido por años desde que decidí doblar abiertamente la voluntad de mi familia de hacerme un futuro decente: “Mamá quiere verte”. Era la voz inconfundible de Eva, y aunque al principio el corazón casi se me sale por la boca, logré reponerme a los días, y seguí en lo de siempre, viviendo a salto de mata pero feliz, con los pocos soles que me pagaban por colaborar con algunas revistas de poca monta, y esperando el momento oportuno para regresar a mi exilio dorado en el barrio de Flores. La tranquilidad volvió a romperse el sábado siguiente. Otra vez la misma vía, la misma voz y la misma hora (me pareció que Eva escogía las noches porque conoce de mi contundente miedo a la oscuridad). Un nuevo mensaje en la contestadora el martes 17. Entonces todo ya era inevitable.

“Mamá va a ir a buscarte”


IV

Volvía a verla casi cuatro años después, cuando ya mi situación no era más una deserción temporal producto de una rebeldía de adolescente confundido, sino un abandono definitivo (¡y en el primer asalto!) producto de una desidia, más que por los estudios por las leyes. Entonces ella ya estaba divorciada de papá (nunca supe las razones reales pero todo apunta a una infidelidad de éste), pero seguía desviviéndose por su antigua familia (o lo que queda de ella), estaba (y debo suponer que aún lo está) comprometida con un digno señor de negocios que a la fecha no tengo el gusto ni la intención de conocer, y a sus cuarenta y dos años esperaba su último hijo (según me aseguró) de una larga cadena reproductiva que ya sumaba cinco. En mi infancia no habría soportado ver a mis padres separados y hubiera odiado a mi madre, su digno señor de negocios y a su maldito hijo en camino. Pero ahora todo es distinto y veo las cosas sin mayor tolerancia que mi intolerancia de antaño, pero con una indiferencia absoluta (que me hace inerme al dolor). Sobretodo porque me es complicado juzgar al resto con argumentos morales. Sobretodo eso.

Nunca me sentí más lejos de ella. Ni siquiera en los peores momentos de nuestra azarosa vida en familia. Pero el tiempo había curado los rencores (por lo menos de mí hacia ella) y ahora sentía un amor profundo por ella, un amor que acaso era lástima por su hijo descarriado que se negaba a regenerarse (no debe ser nada fácil para una mujer tener un hijo como yo, pensé), por sus sueños rotos, y hubiera dado todo para ahorrarle el dolor de ver a su hijo entrar en la segunda mitad de su vida, sin más futuro que su presente incierto, con los pantalones igual de rotos que sucios, el cabello por los hombros y unos modales en la mesa que avergonzarían a cualquiera, menos a él mismo, que vivía indiferente de su decadencia

La miré. Miré su rostro. Sus manos laboriosas que siempre admiré por encima de nuestras diferencias y su prominente abdomen de siete meses, que resaltaba su exótica belleza. “Va a ser varón” se adelantó, tratando de adivinarme el pensamiento. Pero no era eso lo que yo pensaba en ese momento. En realidad no pensaba nada. Las cosas no fueron como hubiera querido de niño pero yo no tenía nada que reprocharle. La miraba, y era como verme a mí mismo a un paso de llegar al mundo, cuando aún todo era felicidad y se empezaban a hacer planes para el niño (porque sí, iba a ser varón) que venía.

– Será un gran abogado – dije ensayando una sonrisa, tratando de quitarme la presión que aun sentía sobre mis espaldas a mis 23 años, dos deserciones, y una carrera poco prometedora tanto por su escasa importancia social como porque no había cuando la termine de una maldita vez.

Pero ella sólo me miró con tristeza, quizá porque seguramente ya le venían diciendo tres veces lo mismo con cada varón que le nacía, y me respondió acariciando suavemente el bendito fruto que le abultaba en el vientre:

– No sé, ya no quiero hacerme ilusiones…




Santa Anita 10 de Mayo del 2008









El Viajero de la No Mente



EPISODIO I: CONVERSACIONES EN EL NO TIEMPO
(FINAL)













Por Fabrizio Davelouis Valega
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vmshiva@hotmail.com






Había llegado el momento de abandonar el cuerpo físico. Todos lo hacemos innumerables veces, la mujer también lo hizo, recuérdalo bien, debido a la impermanencia: no existe nada ni nadie que evite que escapes a esta ley cuando tienes un cuerpo físico.

La humildad de esta mujer– como te vuelvo a repetir – me marcó para bien y pude empezar a salirme poco a poco de esa inercia que nos arrastra a todos, sumergidos en la sed de la existencia, en el aferramiento al Yo.

Decidí emprender un camino de búsqueda, renuncié a mis actividades “divinas” y empecé a aprender de los humanos, de aquellos humanos iluminados. Me resultaba fácil acercarme a ellos e incluso entrar en su sabiduría, sin embargo casi siempre la sabiduría no entraba aún en mí.

Mis contemporáneos me aborrecían; no entendían cómo un ser de mi supuesta jerarquía podía intentar aprender algo de los seres humanos, sus formas de actuar me enseñaron a que también debía renunciar a mi inmenso ego, acuñado a lo largo de los siglos, si es que quería avanzar y no quedarme como ellos.

Busqué y busqué, reflexioné muchísimo, sufrí mucho al desprender de mí el falso Yo, así como hábitos y costumbres que no me resultarían útiles. Me esforcé muchísimo hasta amansar completamente a la mente y posteriormente alcanzar la ansiada y no ansiada iluminación, para finalmente liberarme de la inercia del ciclo de nacimientos y muertes de forma definitiva.

Así fue como empecé el camino que he culminado, y es así como debes empezar el tuyo.

En ese momento ella me dijo: “Renuncia a todo estando en el todo, sé desapegado inclusive de tus propios pensamientos porque ellos no son la voz del verdadero tú, observa tu mente y no afirmes más el Yo.

Después de darme esta enseñanza me miró vacía de apego pero muy dulcemente, con sus ojos grandes y grises, me brindó una sublime sonrisa y su rostro de suave color canela casi dorado empezó a emanar una débil luz al comienzo. La delgada túnica de seda de color lila que se deslizaba por su cuerpo, desde sus cabellos azabache hasta sus pequeños pies, empezó a irradiar también una débil luz blanca. En ese instante sus delicadas manos se juntaron y todo su ser irradiaba una luz blanca que brindaba una paz en la que no se sentía el fluir del tiempo, todo era calma en ese preciso momento que desapareció frente a mis ojos desvaneciéndose en el aire entre la niebla del lugar.

Podía sentir su amor hacia mí, infinito como el universo, pero libre de apego como el viento que fluye, esta sensación me reconfortaba muy por encima de saber que quizás no la volvería a ver en esta vida.

Me senté en un árbol sinuoso y utilicé mis pensamientos para reflexionar en lo que me había enseñado aquella que en alguna vida fue una diosa y ahora está libre de todo sufrimiento.

Si no soy yo ¿Entonces quien soy? – pensaba. Si mi nombre es Santiago y mi apellido es Sono, pero éste nombre y éste apellido no representan mi verdadero Yo, podría llamarme de infinitas maneras.

Vi la imagen de mi rostro reflejado sobre un charco de agua cerca de mis pies y me dije: este rostro tampoco soy yo, mi nombre tampoco soy yo; la noción de Yo que hasta ahora estoy convencido que soy tampoco soy yo.

Decidí entonces por reducción al absurdo descartar lo que no soy para llegar en algún momento a lo que soy.

Y mientras pensaba en estas cosas, caminaba sin deleitarme por el paisaje ensoñador del bosque brumoso, el olor de las plantas, el sonido de los insectos, el canto de aves desconocidas que volaban por el cielo del lugar, la energía de paz irradiada por los árboles milenarios delgados y muy altos.

Caminando llegué hasta las cascadas de un río que estaba cerca, observaba el agua cristalina deslizarse entre las piedras, sentí tanta paz en mi corazón y por un momento mi mente dejó de tener pensamientos; simplemente se quedó en silencio. En ese momento me sentí que formaba un solo cuerpo con todos los seres vivos de aquel bosque: con las aves del cielo, los cientos de árboles, los insectos, los animales, las flores, las plantas.

Me quedé en silencio profundo y la “no mente” empezaba a distinguirse muy a lo lejos del vacío de mi mente. En aquella perfecta armonía interna y externa me quedé sumergido, sintonizado mi universo emocional y mental con el universo exterior, me arrecosté sobre las hojas del suelo mirando el cielo y empecé a sentir el latido de la madre tierra, sentía cómo el planeta se deslizaba a través del infinito espacio, la separación entre mi cuerpo y el todo ya no se podía distinguir y esa sensación cada vez me producía más y más calma. Finalmente llegué a ya no sentir mi cuerpo físico, sentía que me elevaba hacia el cielo pero a la vez percibía a todo el planeta en mi corazón.

En el instante más profundo de la verdadera libertad, de ya no sentir este cuerpo pesado, en mi mente pensé: “Éste es el vacío de la mente”.

Inevitablemente caí y sentí el peso de mi cuerpo de carne y hueso, me di cuenta que estaba en mi cuarto, un poco agobiado por no haberme mantenido por más tiempo en el estado de no mente, pero me dije: “Está bien para un principiante como yo”.
















Sabiduria de la Esencia



CURSO DE SABIDURÍA DE LA ESENCIA : CLASE 6











Por Fabrizio Davelouis Valega
Comentarios a:
vmshiva@hotmail.com






¿Cuáles son las causas de aflicciones?

Son muchas pero principalmente entre ellas tenemos:
1. La raíz es la “estupidez oscura”
La estupidez tiene relación con la Codicia
2. Las 12 mayores cargas de polvo son:


1ra clase [emocional]:

1. Avaricia, Codicia

2. Cólera, Ira

3. Envidia, Celos

4. Arrogancia, Prepotencia

5. Desconfianza

6. Miedo



2da clase [sin emociones]:

1. Pseudo-Yo.

2. Dicotomía.

3. Nihilismo o inmortalidad.
4. Pseudo ley de causalidad.

5. Pseudo precepto.

6. Pseudo punto de vista.



Definición de la “naturaleza” de cualquier entidad.
Para una entidad dada y un grupo de dharmas relacionados con la entidad.

Cuando los dharmas cambian, si hay una cantidad de la entidad que no cambia, entonces dicha cantidad inmutable es llamada la naturaleza de esa entidad.

El grupo de dharmas usado para determinar la naturaleza es llamado el grupo de prueba.

De la definición, debemos estar conscientes de que la “naturaleza” es relativa por definición, relativa al grupo de prueba. Si el grupo de prueba incluye todos los dharmas del universo, entonces la naturaleza de la entidad se llama Absoluta o Naturaleza Total.

Si no, entonces es relativa o Naturaleza Parcial.

Si la Naturaleza Total es independiente del tiempo, por ejemplo, cuando el tiempo cambia ella no cambia. Entonces a ella se le llama la Naturaleza Intrínseca ¿Cuál es la naturaleza intrínseca de una persona?

El corazón de Buddha o la naturaleza de Buddha.
¿Por qué? Encuentra la respuesta tú mismo deduciéndola de la Ley del Triple Corazón.


Las seis condiciones de la verdad:

1. Principio de la Invariabilidad
2. Principio de la Igualdad
3. Principio de la Coherencia
4. Principio de la Correspondencia
5. Principio de la Simplicidad
6. Principio del Pragmatismo

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Ostracismo

LA METAFORA DEL RETROCESO







Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com








La metáfora del retroceso nos servirá para comprender que no existen creación ni invención, solo descubrimiento. Esta metáfora se basa en el supuesto de que las cosas que conocemos y las que estamos por conocer, son cosas dadas, preexisten al hombre. Esto equivale a decir que lo que nos está por suceder, ya ha pasado, que el vaivén de la vida es una obra terminada y fortuita. Es desde el final que comenzamos a contar la historia.

La realidad aprehensible entonces tendría dos partes: los conocimientos y la incertidumbre. Los conocimientos son consecuencia de los descubrimientos (leyes, abstracciones, etc.), que no pueden ser invenciones porque el hombre es incapaz de crear. El también es un producto. ¿Cómo puede la creación crear lo creado? Ni siquiera él mismo se conoce totalmente. Y morirá probablemente sin lograrlo. El intelecto (la inducción, la deducción, las teorías, la lógica, etc.) es solo la herramienta de la que se vale el hombre para desempolvar las cosas que se encuentran escondidas en la incertidumbre. No obstante, para que esto sea posible, dichas cosas deben haber existido desde siempre.

Así el tiempo, el devenir, no son un camino al futuro, sino más bien al pasado, un retroceso. Nuestro estado actual se asemeja a un olvido o a una amnesia: debemos recobrar lo que somos viajando hacia el pasado .Incluso yo me atrevería afirmar que se trata más bien de una especie de invalidez, ya que el hecho de que poseamos una conciencia , que nos permite disfrutar de las cosas que nos rodean ,así como de su indeterminación; no equivale a pensar que nuestro pensamiento es capaz de desentrañar la fórmula de la vida ,ni siquiera en mil vidas. Si todos los pensadores del mundo, a lo largo de nuestra existencia como especie, no lo han conseguido, pues sería una insensatez creer que dentro de poco ya no habrá nada que conocer o descubrir.

La verdad absoluta no nos ha mostrado ni siquiera sus dedos, a lo mucho sus uñas; nunca su mecanismo oscuro ni su abstracción general. La complejidad de una computadora no puede igualar a la de un insecto. ¿Existiría la TV sin ondas electromagnéticas?¿El hombre las creó o solo se dio cuenta de que existían? El científico que “crea” clones ¿inventó la vida o es un simple cocinero de cosas vivas? ¿Manipular genes es lo mismo que crearlos? ¿Se puede jugar con la vida o solo mostrar sus posibilidades? ¿Los poemas en verdad, pertenecen a quien los escribió? ¿Las ideas son realmente productos del hombre? ¿Si no tuviera conciencia, el hombre dejaría de pensar? ¿El pensamiento es una consecuencia de la voluntad o un simple proceso biológico? ¿El manzano da manzanas de la nada? ¿No necesita del sol ni del agua?... En fin, mi intención no es entristecer a nadie. Lo paradójico es lo que sigue: ¿por qué queremos de una vez la verdad absoluta, si podemos saborearla de a pocos? ¿No nos hemos dado cuenta a caso de que de conseguirla, nuestra vida dejaría de tener sentido?

Es que el sentido de la vida se encuentra en el sinsentido. En ese desierto de incertidumbre que nos espera incansablemente después de cualquier descubrimiento. Ese espacio que es nuestro y no conocemos. Es de este modo que nuestro límite (nuestra imperfección) empieza a cobrar razón de ser. El que su contraste con lo indeterminado nos cause dolor o alegría, es decisión nuestra. Nuestra limitación es otra trampa que nos permite compartir de la infinitud de lo indeterminado. No hay mirada al futuro. Todo está dado. Debemos recobrarlo, o mejor dicho, debemos morir en el retroceso, en nuestra sempiterna travesía hacia Américas inéditas.

Mundo de Palabras

CRÓNICA DE UN DÍA COMÚN Y CORRIENTE








Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com









Hoy sin habérmelo propuesto, he sido testigo de lo que sucede en mi familia sin que haya sucedido. He visto cómo un monstruo blanco los devora (o nos devora) o, lo que es lo mismo, cómo ellos se suicidan arrojándose a un hoyo negro que no entienden.
En este periodo largo (como se dice aquí en Perú) en el que casi nadie trabajará desde este jueves hasta el lunes, he visto cómo la gente quiere creer a toda costa que es feliz.
He visto a mi padre aliviado, a mi madre desestresada, a mis hermanos relajados. He escuchado los planes para el fin de semana, hablar de salidas, de viajes cortos, etc. A cualquiera esto le parecería normal, pero hay un río que corre debajo de este templo lo ilusorio.
Mi padre trabaja para mantenernos, mi madre cocina y se desvive por nosotros, mi hermana estudia para luego conseguir un trabajo (mejor dicho, estudia para dejar de estudiar y en su lugar ganar dinero). En resumen, todos hacen lo que tienen que hacer o, lo que es peor, lo que no quieren hacer.
La verdad es que después de no haber tenido alma, de haber hecho las cosas por reflejo y, en consecuencia, haber sufrido por esto, lo que mi familia desea no es sólo descanso, es sobre todo, distracción, olvido; quieren dar rienda a sus deseos inmediatos y satisfacer sus sentidos, olvidándose así de sí mismos.
Por un lado los obligan a no pensar por cuenta propia, a no protestar, a negarse a sí mismos, y por el otro, ellos mismos deciden no pensar en nada, quieren sentirse libres y buscar sólo entretenimiento.
Están lejos de lo humano porque no saben lo que es pensar, ver, oír, leer, discutir, atar cabos, etc. Lo único que saben es obedecer órdenes, dejarse llevar por sus instintos y hacer tonterías so pretexto de distracción.
Paradójicamente, en su interior agradecerán a sus jefes y a sus profesores por este día, quizás también al Presidente de la República. Le darán gracias a Dios (como si Él quisiera esto para ellos) y llegarán al convencimiento de que la vida es dura pero a veces complaciente, que, al fin de cuentas, el país está bien porque no hay noticias de guerra ni de cataclismo y que la vida es bella si se le ve desde un punto de vista positivo (si positivo es no usar el cerebro y dejar al cuerpo hacer lo que desea).
Mi madre cree que es feliz yendo a visitar a su familia y olvidándose de nosotros. Mi padre creerá que es feliz comprando una gaseosa y dándonos propina. Mis hermanos serán felices creyendo que tienen algo que celebrar en la noche. Y la gente en general estará satisfecha viendo en la tele algo que no los haga pensar.
Yo que había creído que hoy sería un día como cualquiera, con muchas cosas por corregir y una preocupación constante por cómo cambiar el sistema de cosas, me he dado con la triste realidad que no sólo estamos jodidos sino que nos gusta estarlo y que no sé si lo hacemos con conocimiento de causa o si somos títeres de un demoníaco oráculo que es el único beneficiario de este patético orden. Lo que sí es cierto es que nada de esto está bien, que nada de lo que pasa es normal. Que el hombre no puede ser una sombra suya y comportarse de manera opuesta su naturaleza reflexiva y creadora. En fin. Que no es justo que nos vean tan mal, haciendo el ridículo y causando lástima y nadie nos diga nada. Por eso esta crónica sencilla y directa.