lunes, 11 de agosto de 2008

Ostracismo

El deseo y el pensamiento









Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com









Este artículo tiene la intención de que nuestros lectores conozcan qué aspectos del deseo y del pensamiento son negativos en nuestra vida diaria y cómo aprender a reconocerlos y manejarlos, de tal modo que podamos estar sobre ellos y no dejarnos manipular por los mismos.

Antes de empezar la reflexión en sí tenemos que concordar en que tanto el deseo como el pensamiento proceden de nuestro interior, de nuestra psiquis, y allí se desarrollan. Por tanto es aquí donde hay que atacarlos, no en otro lugar.

I) El deseo

“Movimiento del alma que aspira a la posesión de alguna cosa”. Esta definición común del término nos permite darnos cuenta de inmediato que el deseo trae de por sí una idea trastocada, es decir, que es un mal inventado. Su concepción no tiene pies ni cabeza. Es de esperar que si deseamos algo, el alejamiento o acercamiento de ese algo determinará nuestro estado de ánimo. Entre más cerca esté más felices seremos; entre más lejos, más infelices. Es así que nuestro ánimo dependerá de algo exterior a nosotros. Aquella felicidad y aquella infelicidad en verdad, no existen, son ficticias. Si nuestra tristeza y alegría dependen de la obtención de algo exterior, nunca podremos estar satisfechos, siempre seremos desdichados y sufriremos. Es de la idea de posesión de la que debemos despojarnos. No poseemos nada que no tengamos.

II) El pensamiento

En cuanto al pensamiento, todos sabemos más o menos lo que es, aunque muchos equivocadamente lo equiparan a la razón. Pero lo cierto es que el pensamiento puede darse sin razón. El devenir de las ideas es algo inevitable. El razonamiento, en cambio, es impostado, manejado por la voluntad.

Justamente ese es el inconveniente del pensamiento que no tiene nada que ver con la razón y la lógica. Es completamente irracional y obedece muchas veces a los impulsos del subconsciente. Antes del pensamiento está la sensación, que nos transmite de forma espontánea la información del exterior. El problema empieza cuando esta información llega al pensamiento y éste emite un juicio o interpretación al respecto. Este juicio puede contener razón o ser erróneo. Es este último pensamiento el que nos preocupa. Es el juzgamiento equivocado de la realidad el que nos trae consecuencias nefastas. La ignorancia o la mala interpretación nos conducen al error y por tanto a la infelicidad.

III) Análisis

Es necesario aclarar que uno no puede eliminar o deshacerse del pensamiento o del deseo (según sea su caso). Uno puede tomar conciencia de ellos, manejarlos, moderarlos: sólo eso. En ese sentido, el pensamiento y el deseo son ineludibles y por tanto intrínsicos al hombre. Mientras seamos seres pensantes y no podamos evitar el simbolizar, ese será nuestro sino. Es paradójico, por cierto, el hecho de que el pensamiento y el deseo puedan en ciertas circunstancias, perjudicar al hombre a pesar de ser propios de él y que con la razón e incluso, con el propio pensamiento, tengamos que controlarlos, interponiéndonos en su actuar.

IV) Conclusiones

Sobre el deseo:

Debemos comprender que no hay una separación real entre nosotros y el exterior, que en ese sentido, no debe haber frustración alguna, pero, a un mismo tiempo, que el libre albedrío o la conciencia están en todas las cosas del mismo modo como en nosotros, y que, desde esa perspectiva, las cosas no le pertenecen a nadie más que a sí mismas. Si tenemos claro este hecho, entonces nos podremos dar cuenta de que todo deseo insatisfecho nos llevará a un desequilibrio vano, porque en realidad no hay nada lejos de nosotros ni que debamos perseguir. Toda cosa es parte de nuestra realidad pero a la vez conserva una independencia interior.

Sobre el pensamiento:

No hay que olvidar su diferencia con la razón. Casi ningún juicio inmediato que hacemos de las cosas es acertado o equivalente a ellas. La experiencia pura, que nos conecta por lo menos con la materialidad de todo lo que nos rodea, se queda en las sensaciones. El pensar es sólo una interpretación que hace nuestra conciencia sobre las cosas o hechos que afectan nuestro ánimo. Hay mucho de irracional en él, tanto antes como después de discurrir. Un hecho pasado o un prejuicio pueden tergiversar la imagen que producen en nuestro interior las experiencias. La razón y la lógica, como parte del pensamiento, sólo deben actuar con el fin de conceptualizar, de darnos conocimientos acerca del mundo, de tal modo que podamos manejarnos mejor en él.

V) Colofón:

De estas reflexiones quedémonos con la verdad de que lo irracional y lo racional conviven en el hombre. No podemos deshacernos de ellos pero sí controlarlos, pulirlos: en el caso de los deseos, limpiarlos de las ideas equivocadas; en el del pensamiento, limpiarlos de los juicios errados (que sólo nos llevan al yerro y al sufrimiento). Puliendo estos dos aspectos de nuestra naturaleza, experimentaremos el verdadero sentido de la autonomía y de la sabiduría humana.









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