miércoles, 30 de julio de 2008

EDITORIAL





Dos fuerzas determinan una democracia inequívoca: el congreso y la oposición. Estos dos componentes representan el equilibrio de poderes en todo estado. En el Perú, los poderes son tres: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Estos dos últimos deben fiscalizar y evaluar al primero, ora para avalarlo en sus decisiones, ora para reprimirlo en caso de atisbos de autoritarismo o abusos de poder. El legislativo es el congreso y (dentro de él) la oposición. El congreso, sobre todo, es el contrapeso que debe tener todo gobierno, para que se asegure la inviolabilidad y el respeto a la democracia.

La semana pasada lamentablemente en nuestro país la presidencia del congreso (PC) ha pasado a manos del oficialismo, con la elección del aprista Javier Velásquez Quesquén. El equilibrio de poderes se ha vulnerado. Pero el tema es más amplio. Por una cuestión de principios y de sentido común el partido oficialista no debió haber postulado a la PC, ya que es del propio gobierno que debió nacer la iniciativa de ser fiscalizado y regulado por la oposición. Pero no fue así. Postuló sin ningún remordimiento moral ni político y negoció (así se dice legalmente) con las otras bancadas sus votos, obviamente usando como objeto de venta (así se dice comercialmente) la mesa directiva del congreso (MDC), para terminar afirmando sin ningún reparo, antes de los resultados, que ya contaban con los suficientes para meterse la bolsillo la PC. A Velásquez Quesquén se le había escuchado en un audio antes, tratando de conciliar a dos congresistas sin partido y de no muy buena reputación, con el fin de garantizar su respaldo en la elección. A nadie le importo. Nadie puso un pero.

La oposición también ha sido debilitada. Al contrario de lo que se piensa, ésta no se conforma de los partidos ideológicamente opuestos al del gobierno (en este caso, el APRA vs Unión por el Perú y el partido nacionalista), sino que incumbe a todos los partidos que constituyen el congreso, ya porque deben cumplir con su función de equilibrar el poder, ya porque obviamente deben defender sus interese partidarios en la mesa directiva del congreso. Por tanto lo lógico es que todas las bancadas se unan mínimamente para conseguir la PC. Su mayoría (80) les aseguraría el éxito. Aquí nada de esto ocurrió .13 votos se le restaron con la bancada fujimorista, partido que nunca debió entrar al congreso porque representa la corrupción, que dicho sea de paso, es la única ideología que sigue. Y se salieron con la suya: primera vicepresidencia para el parlamentario fujimorista Alejandro Aguinaga. Por su parte los partidos ideológicamente afines al gobierno, optaron por rematar sus votos por algún espacio en la agenda de la MDC, en vez de hacer oposición, demostrando de este modo que llegaron al congreso para sacarle el mejor provecho posible a nuestras costas. Es así que la oposición queda reducida a dos partidos: UPP Y PNP, cuyo solo numero (42) habla de su fracaso en el congreso, y con esto el casi aniquilamiento de las dos fuerzas que garantizan la democracia en cualquier país.

Prueba palpable de esto es que la oposición, contrariamente a lo que se espera, no ha presidido hasta ahora, el congreso. La PC ha sido siempre del oficialismo: primero Mercedes Cabañillas, luego Gonzáles Posada y ahora Javier Velásquez Quesquén, todos apristas, súbditos del gobierno.
Es evidente que este descalabro de la oposición viene de más atrás. Siempre fue frágil. La prueba es que los dos últimos candidatos para la PC, Javier Bedoya de Vivanco y Víctor Andrés García Belaunde, no han provenido de UPP ni del PNP, sino de partidos con poca representatividad en el congreso y afines, más bien, a la política del gobierno.

La pregunta es entonces: ¿Hay oposición en el gobierno? ¿Quién tiene las riendas del congreso?¿Qué pasará en los próximo tres años sin un congreso independiente y con una oposición debilitada?¿Es posible una democracia cuando el poder se concentra en el ejecutivo? Tenemos un mal presagio al respecto, pero por lo menos, hemos aclarado las ideas.





G. P.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El análisis me parece genial.Sos un gran escritor.