lunes, 4 de febrero de 2008

Punto Puntual

COCA CON COLA







Por Martín Barrera Tello
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marbarrera@gmail.com








Para los representantes del Gobierno el asesinato de José Ángel Mori Soto, (a) “Shevaco”, cuando se dirigía a prestar su declaración en un juicio por drogas que involucra al ex empresario aerocomercial Fernando Zevallos, (a) “Lunarejo”; es un hecho que se reduce a las páginas policiales y no debería afectar la seguridad ciudadana. Si bien este tipo de crímenes no es nuevo en nuestro país, las características de este homicidio no deben ser ignoradas por las autoridades encargadas de evitar que el narcotráfico y sus consecuencias golpeen el presente y futuro del Perú.

Para los especialistas en el tema del tráfico ilícito de drogas, los dos balazos en la nuca que terminaron con la vida de “Shevaco” la tarde del miércoles 23 de enero a pocos metros del penal San Jorge, en pleno Centro de Lima; son comparables con las acciones de los grupos bien organizados, como la tristemente célebre mafia colombiana. Para el presidente Alan García este es un caso aislado, por el cual no debemos alarmarnos ni pensar en la “colombianización del Perú”, como no tardaron en calificarlo los analistas.

“Hablan de Colombia sin conocer la realidad de ese país. Yo sí conozco Colombia. Cuando un grupo derribe un avión y mate a todos los pasajeros, ese día se podrá decir que la violencia ha tomado los niveles de los grandes narcotraficantes”, manifestó el mandatario, convencido que el tema debe ser resuelto en los fueros judiciales, a quienes sí criticó por dejar en libertad a un testigo clave del juicio a “Lunarejo”. “Exijo una investigación, que me digan quién puso en libertad a esa persona: qué juez, qué corte. Esto es escandaloso”, añadió el jefe de Estado un día después del crimen.

El pedido de García a las autoridades del Poder Judicial remeció el ambiente de los encargados del proceso a “Lunarejo”, pero su discurso no tuvo una sola llamada de atención para los responsables de la seguridad interna. Si bien es una negligencia dejar en libertad por “falta de pruebas” a una persona como “Shevaco”, quien cayó el 2006 con 238.234 kilos de clorhidrato de cocaína, empacados en cajas de cartón con destino al extranjero en una casa de Chorrillos; también es irresponsable no mirar más allá y despreocuparse por la vida de millones de peruanos.

Días previos al asesinato de “Shevaco”, se encontró los cadáveres de dos muchachos, uno de 16 y otro de 20 años, al filo de la carretera cerca de Tocache (Alto Huallaga) que fueron asesinados de un balazo en la cabeza. Típico método del narcotráfico en esa zona cocalera.

Meses atrás, el mismo “Shevaco”, acusado como sicario de Zevallos, habría participado del asesinato del vocal Hernán Saturno Vergara, a pocos metros del Palacio de Justicia. Y por si fuera poco, cuando fue detenido en el 2006, se descubrió que organizaba un plan para matar a la jueza del Tercer Juzgado Penal de Maynas, María Rosario Hernández, y a su hijo. Además, fue acusado por participar en la eliminación de Jesús Flores Matías, un criminal que había declarado contra “Lunarejo”.

A eso hay que sumarle los ajustes de cuenta que se dan casi a diario en el Alto Huallaga y zonas donde el narcotráfico campea a vista y paciencia de la población y el gobierno.

“Shevaco”, que muchas veces silenció a testigos del narcotráfico, ahora fue víctima de su propio entorno, al que no le importó su calidad de “hombre importante” de Zevallos. Las investigaciones policiales sostienen la hipótesis de que la mafia colombiana no le perdonó que la haya estafado con un millón de dólares por una compra de cocaína.

Ante toda este accionar ilegal, el ciudadano de a pie – según el presidente y otras autoridades – debe ser testigo despreocupado. ¿Acaso creerán que los problemas de los narcotraficantes no involucran al resto de la población?¿No recuerdan que durante la guerra interna los grupos terroristas mataban gente inocente?

Cerrar los ojos a estas alturas y con los asesinatos rondando en la capital, sería el error que no se cometió cuando un coche bomba nos explotó en la cara un día en el corazón de Miraflores, y nos hizo ver la magnitud del problema de la violencia interna. La indiferencia sería la reacción más cómoda, parecida a las declaraciones de Fernando Belaunde tratando de minimizar los primeros brotes subversivos, al decir que se trataba de simples abigeos.

La realidad dice que la violencia en el Perú tiene el rostro del narcotráfico. Depende del gobierno que el problema de la coca no traiga cola.

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