jueves, 11 de octubre de 2007

Catarsis

CUANDO PIENSES EN VOLVER



Por Abel Peralta Quiroz
Comentarios:
mr.ritchmond@hotmail.com



Cuando decidí abandonarlo todo y regresar a Perú, tuve clara una sola idea: Dejaba tras de mí un país que por poco más de seis años fue mi exilio… Dejaba sus costumbres a las que ya estaba de sobra habituado, su cultura europeizada, el cariño de su gente; dejaba el asado, el mate y los alfajores triples… dejaba el éxito fácil y los gastos de supervivencia asegurados. Era Marzo del 2007 cuando tomé aquella temeraria decisión. Pero por encima de todo, tuve claro que dejaba la presión de escribir un artículo por semana obligatoriamente… el estigma de tener siempre que tener listo algo escrito, y la convicción que terminar uno, era siempre el inicio del siguiente.

Pisé el suelo peruano dispuesto a establecerme definitivamente y vivir (aún no tenía claro de qué) en la ciudad que abandoné resentido a mis 16 años. Si bien uno puede ser profeta en su tierra, lo complicado es ser profeta en Perú, de modo que mi regreso significaba retomar los estudios abandonados, tramitar el título universitario y conseguir un empleo; todo aquello que durante años desprecié por considerarlo propio de la gente común. Pero había forzado al límite mi suerte como escritor, de modo que la decisión ya no me parecía tan repugnante. No es que me haya cansado de escribir ni mucho menos: ahora tendría mucho tiempo libre de poner en orden mis experiencias, y acaso empezar a escribir mi primera novela (proyecto mil veces abortado). Y apenas llevaba unos días de instalado, cuando un grupo de amigos, dispuestos a evitar que me precipite al abismo al cual, según ellos, irremediablemente me dirigía, se encargaron de conseguirme empleo fijo en una empresa de publicidad.

Alquilé un mini departamento frente al parque Los Robles, en el mismo distrito en que viví mi infancia, traté por todos los medios de retomar las relaciones con mis viejas amistades y familiares (sobre todo con mi madre con quien el cariño y respeto hacía años habían entrado en coma), hice algunas otras entre grupos de jóvenes librepensadores, para compartir con ellos los momentos libres (que tenía claro, serían muchos), y con un trabajo asegurado y una profesión que había elegido como la menos repugnante dentro del menú de opciones, mi país de nacimiento me daba una segunda oportunidad a punto de cumplir los veintitrés.

Sin embargo, mi nueva situación, sin fisuras a la vista me hizo entender a los pocos meses que a futuro mi vida entraría inevitablemente en la monotonía de la que siempre huí aun más que de la responsabilidad. Creo que la condición humana sólo puede mantener su naturaleza en medio del caos, la angustia y la inseguridad… así decidí que era hora de empezar a correr algunos riesgos: renuncié al empleo como primera medida, decidí recortar (en el papel) mi holgado presupuesto y empezar a subsistir con los últimos ahorros que me quedaron de mi periplo de seis años por Argentina. Como es obvio, las cuentas empezaron a cumularse una tras otra, y lo que es peor: empezaron a vencer imparables; adquirí algunos compromisos para cumplir con otros tantos… pero no fue suficiente. Un nihilista como yo siempre tiene más de lo que espera y merece… era momento de la fase número dos:

Meses atrás había conocido por una extraña circunstancia a un poeta como pocos: de muy buena pluma, suficiente sencillez y muchísimos sueños; cuando tuvimos la suficiente confianza me propuso la creación de un tabloide virtual quincenal donde plasmar nuestra prolífica creación; enternecido por sus ganas me comprometí, sin convicción, a seguirlo… pero seguí viviendo despreocupado del asunto hasta cierto día en que, sin más preámbulos, me escupió la sentencia para la que no estaba ni por asomo preparado:

- Grupo Perú arranca la semana que viene…

Sólo a partir de entonces caí en cuenta de que la cíclica avalancha de responsabilidades había vuelto a cogerme desprevenido; traté de sobrevivir a la vorágine, pero terminar un escrito volvió a convertirse en el inicio del siguiente. De todos modos, quince días era un intervalo razonable, y, como no hay mal que por bien no venga, ahora tenía algo más en que pensar para olvidarme de los acreedores que seguían llegando sin tregua a mi puerta. En el caos infernal de mi primer semestre en Lima empecé a añorar mi plácida vida en Buenos Aires, donde la única presión era escribir sin parar (y muchas veces sin ganas). Pero cuando el diablo te visita, no viene solo: a dos meses de empezada mi nueva aventura, recibí una llamada que terminó por convencerme de mi nefasto destino:

- Somos de la agencia de noticias Perú-press; leímos algo de lo tuyo en el blog de Grupo Perú, y nos gustaría que colaboraras con nosotros, con una columna semanal.

Halagado por el hecho de que alguien se interese por el amontonamiento de letras que sale de mi desquiciado cerebro, decidí agarrar el fierro caliente (que, más tarde, analizando con calma concluí que era demasiado para un pobre vago como yo).

- Bien; esperamos tu primer artículo pasado mañana…

- ¿Pasado mañana?... Ah, bueh...


Aun no sé cómo terminará esta historia. Apenas terminé el primer artículo y estrenaba columna en una importante agencia noticiosa de Perú, sentí ganas de mandar todo a la mierda una vez más, y buscar una nueva experiencia que le dé un sentido distinto a mi vida. Definitivamente fue demasiado hermoso el sueño de hacer una “vida normal” en Lima. Ese mismo día solicité mi enésimo préstamo al único incauto que aun confía en mí: mi padre. Compré un boleto en clase económica con destino a Buenos Aires y, con una leve lluvia de despedida, volví arrepentido al acogedor refugio del que nunca debía salir.

Pero el infierno suele recibirte siempre con una acogedora bienvenida. Lo sé. Las primeras visitas de los amigos, el regreso triunfal al bar donde un día probé el dulce sabor de la fama; indecentes propuestas de viejos amores pasajeros… fútbol y punk-rock. Argentina es sin dudas el mejor lugar para vivir de espaldas al mundo. El encanto se rompió hoy, durante la reunión en que celebrábamos el reencuentro de un grupo de vagos que con sólo soñar supo alcanzar la gloria años atrás. En medio de la felicidad desmedida, Noelia, mi eterna debilidad, aprovechándose de esa condición, volvió a poner la pelota en mi cancha:

- Abel, solo falta tu aprobación para relanzar GRITO UNDER


Entonces la tuve clara: volver al desastre irreparable que dejé en Lima no parece una mala idea.


Bueno Aires 02 de Octubre del 2007


2 comentarios:

Anónimo dijo...

esta bueno. pero me gusto m,as el anterior

Salu2

G. m.

Anónimo dijo...

a ver-....q te iba a decir....mmm....
ya sé...: te cuento q le jugué tus escritos a un pata mio y x lo visto le gustó...pues bien, ya tienes un potencial comprador de tus próximas crónicas. Sigue con esa buena cadencia.

Mientras tanto a seguir escribiendo.
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FASS