jueves, 11 de octubre de 2007

Literatura

CREACIÓN


Por Oscar Perlado Rodríguez
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shagyetc@hotmail.com



El viaje de Oscar

I


Oscar viajó a Europa llevando su reloj peruano. Lo hizo porque a él le habían dicho que de su país al otro continente había 6 horas de diferencia. Es decir que quería ver cómo, al llegar a su destino, su reloj se había adelantado o atrasado por su propia cuenta, según sea el caso.

Quedó desilusionado cuando arribó, y descubrió que su reloj había seguido el mismo ritmo, sin adelantarse o atrasarse de improviso, de acuerdo a la noción del tiempo tejida en su piel. Ni siquiera mientras dormía se había asomado, como Papa Noel a través de la chimenea, la magia de cambiar bruscamente el tiempo considerando la ubicación del sujeto en el espacio.

Pensó entonces que Europa conservaba el mismo tiempo peruano, y que de algún modo, podía considerarse todavía en su país o en una prolongación de éste, con la diferencia, por supuesto, de que cuando su reloj señalaba el mediodía , el sol ya se borraba del ocaso en este lugar. Sin embargo sabía que esto se debía a la ubicación de la tierra con respecto al sol; en consecuencia, mientras alumbra Perú, no puede alumbrar Europa, pues no tiene dos manos.

Con que, considerando el tiempo de Perú una constante, podía ser de día y de noche a un mismo tiempo. Esta inferencia obviamente, no era muy lógica porque un ser no puede ejecutar dos acciones a la vez. De todo esto se concluye que sólo hay un acto, que es la iluminación incompleta que el sol le hace a la tierra, así como en el Perú yo veo televisión y otros cierran sus libros de noche.

Siendo de este modo, la noche y el día serían sólo nombres carentes de referente o mentiras inventadas seguramente, por un idiota, para referirse a la visión sesgada que tiene de lo real cada una de las personas que dicen pertenecer a cierto país .

Decir “Aquí son las 10 ,mientras allá las 4, aquí es lunes y allá sábado, estamos en Perú y no en la tierra…”, y más incoherencias como esas. Por tanto para no caer en esos espejismos, Oscar saca aquellos números que representan el tiempo en su reloj, y sólo deja correr las manecillas. Las ve dar vueltas libremente, sin detenerse ni modificar su recorrido.

Se dio cuenta de que viendo las cosas de ese modo, no había comienzo ni fin, de que lo único cierto era ese movimiento horario de las manecillas del reloj, ese correr hacia ningún lado que lo hacía suponer que el sentido de todo no era la meta sino el movimiento mismo, el solo hecho de volar sin mirar atrás, como el pájaro. Esa sensación que hay entre un pelo negro y el mismo pelo, pero ya blanco. Y se preguntó si tal vez, ese movimiento horario sería también una mentira u otra de esas imprecisiones en las que suele caer el hombre, y si la vida no sería más bien , un retroceso, un sentido antihorario dando vueltas eternamente sin desprenderse de un eje que no se sabía dónde estaba. O, quizá, mejor , llevándolo todo a un extremo, una inmovilidad total encubierta por una pila... Al fin y al cabo, ya todo le parecía sospechoso.



II
(Un viaje hacia ningún lado)

En lo que Oscar no había reparado era en que estaba en Europa sin habérselo propuesto, que para cualquier persona con sentido común era una estupidez estar en un lugar sin haberse trazado llegar a éste.

De inmediato Oscar se respondió que en verdad no era tan idiota como el sentido común(una especie de Frankinstein , pero muerto)lo denunciaba, pues si había ido a Europa era para ver cómo su reloj cambiaba mágicamente de la hora peruana a la europea; algo que, por cierto, no había pasado, y ahora tendría que tomarse la molestia de mover las manecillas de su reloj para romper otra fantasía más de niño y poder hacer cosas prácticas después ,como ir al trabajo europeo a la hora acordada, no esperar en vano el tranvía o dar la hora exacta a quien se lo pregunte en la calle, si es que llegaba a entender, por supuesto, la pregunta.

Gestos de amabilidad con la gente , a pesar de la malcriadez de ésta al obligarle a mover las manecillas de su reloj en contra de su voluntad por estupideces ajenas. El punto era que él sabía muy bien por qué estaba en Europa, aunque no sabía exactamente qué iba a hacer de ahora en adelante , ya que su razón de estar se había apagado por nunca haber tenido luz.

Pensó un poco entonces ,y recordó que estaba en París , Francia, y que tenía la oportunidad de hacer realidad su sueño de visitar a Vallejo en su tumba, que es diferente a visitar la tumba de Vallejo, pues no era igual de gratificante dejar un poema , persignarse o hacer una reverencia ante el monumento del poeta en la plaza que lleva su nombre en el Perú.

La pregunta era por qué los restos de Vallejo se demoraban en este lugar y no en su país de origen, de donde brotó como el musgo y partió como el polen de la flores. ¿Acaso no hubiera sido su deseo también volver a su Perú después de muerto ,por decirlo de algún modo, considerando que el pensamiento le saca la lengua a la muerte, así como sus poemas cuando son releídos?

Tal vez la respuesta era que la decisión se la habían robado de los labios, tratándolo otra vez como un niño al discernir por él después de que su silencio se extendiera como el cielo. Pero quién era él para opinar sobre un tema tan importante, sobre todo tomando en cuenta que en Perú había alguna vez escuchado de boca de un hombre autorizado (así se les dice ahora, aunque creo que es un globalicismo) que era inaudito solo pensar en la posibilidad de profanar la tumba de Vallejo.

Pensar que el polvo que ahora es vallejo , apenas sentiría la sacudida(risas)para luego cambiar su gesto ahora fruncido. Cómo decir nada si ni siquiera había podido oponerse a la doctrina de mover las manecillas del reloj cada vez que cambiaba de país, cuyo fin era que nadie se saliera de la fronteras de la realidad, un edifico muy alto que intenta imitar la altura.

Oscar comprendió (mala costumbre esta la de cepillarse los dientes para negar la existencia incómoda de las caries)de este modo, que no había ido para nada a Europa y que cuando uno sigue un deseo, deja de lado la razón, y seguramente piensa que se equivoca . Sin embargo cuando recuerda lo que ha sido_! OH sorpresa!_,le encuentra una razón a todo, un orden indeseado a la confusión de nuestra vida.

Por lo tanto piensa Oscar(buena costumbre esta la de cepillarse los dientes por salud) que el instinto puede ser un camino a la razón o, para ser más precisos, que uno no va a donde quiere ir, sino que es recién cuando llega a su destino, que puede hablar del camino que ha tomado.

Ahora con mas razón, Oscar ya no se pregunta por qué está en París, aunque no tenga dinero ni propósito , sólo su deseo mirando hacia todos lados, su fantasía de niño de encontrar a las personas que están en las fotos o de herirse las manos con la rosa del presente, una posibilidad puesta en duda por el siempre tambaleante edificio de quienes mueven las manecillas del reloj cada vez que cambian su ubicación en el espacio y dicen que están en tal o cual país , pero nunca en la tierra; insistentemente solos; y se enervan, incluso, cuando alguien intenta dar su opinión y dice que la diferencia entre Lima y París es de 6 horas ,porque no es correcto...¡Realmente un barbaridad!

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