sábado, 27 de octubre de 2007

Literatura

EL LENGUAJE COMO LIBERTAD



Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios:
shagyetc@hotmail.com






En un libro de gramática española que estoy leyendo encontré algo que llamó en alto grado mi atención. En el libro existe el siguiente concepto a cerca del sustantivo:

“Podemos decir (predicar) algo de una persona:

Antonio corre;
de una cosa independiente:
El río corre;
de una cualidad:
La palidez es signo de emoción o de enfermedad;
de una relación:
La semejanza de estos dos niños es grande;
de una acción:
La salida ha sido aplazada hasta diez días;
de un estado:
El sueño le devolvió las fuerzas;
de un suceso:
La caída lo lastimó;

y ,en fin, de cualquier trozo o aspecto de la realidad, sea ésta verdadera o imaginaria. Cada uno de estos sujetos es un sustantivo.”


Me pareció bastante rico explorar la idea de que un sustantivo puede aludir a una parte de la realidad inexistente o, visto desde el lado gramatical, ser una palabra hueca, sin referente. Es decir, que el lenguaje tal cómo está estructurado, nos excusa de no pensar o de pensar en cosas que no existen. En consecuencia, en nuestro idioma nos está permitido hablar de cosas que no son solamente la salud, la vivienda, el vestido, los alimentos y nuestros instintos.

Ahora bien, el lector se preguntará, “¿Pero a dónde me llevaría hablar de cosas que no existen o que, en todo caso, no son tangibles?” Yo creo tajantemente que la razón que tenemos para hablar o escribir sobre irrealidades es que dentro del inmenso conocimiento que el hombre tiene sobre sí mismo y el mundo, hay un vacío equivalente y quizá mayor que le corresponde al desconocimiento, a la ignorancia.

Porque sería injusto pensar que los literatos hablan de realidades y personajes que no existen sin que esto signifique algo para ellos ni que tenga como origen su conciencia o inconciencia.

No sé en qué versión de La Feria del Libro ,aquí en Lima, escuché a Alfredo Bryce Echenique decir que escribir era para él una forma de escapar de la realidad, de alejarse de todo aquello que más odiaba y le disgustaba. La ficción ,en ese sentido, no era algún tipo de mal sana esquizofrenia sino más bien una alternativa, una parte de su realidad que le permitía acceder a sus ideales y sueños . Es así que con realidades inexistentes y personajes inventados pero verosímiles, Bryce lograba crear una nación con sus propias convicciones, su propias leyes y hacía cumplir sus deseos más urgentes, con lo cual, a la vez, indefectiblemente lograba ser feliz ,aunque fuera un momento. Este vendría a ser el significado que tiene para él escribir o la razón por la cual lo hace.

No obstante, lo que pretendo hacer notar es la manera cómo una ficción con personajes verosímiles y realidades deseables puede convertirse de pronto (sea cual fuere el porcentaje de probabilidad) en una realidad . La literatura sería, desde este punto de vista, un medio para plantear una propuesta de realidad, un prospecto de vida, una especie de proyecto de ley para ser aprobado por todos nosotros. No es ésta , por supuesto, una conclusión determinante , pero es importante señalar de qué forma puede la literatura repercutir en nuestra cotidianidad a pesar de sólo ser consecuencia de esta mala costumbre que tienen los escritores de pensar y hablar sobre cosas que no existen y que para algunos de nosotros son totalmente banales.

Para redundar en la idea y ser imparciales , voy a poner un segundo ejemplo, pero esta vez en lo que respecta a poesía , tomando en cuenta que ésta podría ser considerada la más subjetiva, onírica e inventiva de las creaciones literarias. Observemos esta estrofa del poema El muerto jubiloso de Charles Baudelaire en las Flores del mal:


“Aborrezco los testamentos y odio las sepulturas;
antes que implorar una lágrima del mundo,
viviendo, preferiría invitar a los cuervos
a sangrar todos los salientes de mi esqueleto inmundo.”

El sustantivo en las dos oraciones que componen esta estrofa, a pesar de estar expresado en primera persona alude a un muerto. Y para nosotros es obvio que un muerto no puede hablar, mucho menos estar jubiloso. Es este un sustantivo no sólo inexistente, sino, por tanto, inverosímil. Pero veamos todo lo que nos dice:

“Aborrezco los testamentos y odio las sepulturas…”

Este hombre no quiere dejarle nada a ningún pariente suyo, o simplemente , cree que quien espera un beneficio material a costas suyas, es indudablemente un convenido. Además muestra su indeferencia por los entierros, quizás porque le parecen un espectáculo innecesario para un homenajeado imposible.

La segunda oración dicta:

“…antes que implorar una lágrima del mundo,
viviendo, preferiría invitar a los cuervos
a sangrar todos los salientes de mi esqueleto inmundo.”

O sea que antes de producir la pena de sus familiares, amigos, hipócritas y (quién sabe) de perfectos desconocidos, preferiría hacer algo más realista y trascendente como lo es el servir de alimento a seres cuya vida todavía está en desarrollo.

No espero que mis lectores piensen igual que yo. Me he limitado a tratar de explicitar lo que a mi parecer ha querido decir Baudelaire en sus versos. Algunos dirán tal vez que velar y enterrar a los muertos es una costumbre antiquísima y que se condice con los dogmas de cierta creencia religiosa. Otros quizá arguyan que ya han pensado en quiénes quieren que los acompañen en su entierro y en cómo desean que los despidan de este mundo. Lo que no se puede refutar es que en este poema el autor nos transmite sus propias convicciones a través de una irrealidad. En nosotros queda si adherimos a nuestra realidad sus ideas o si, por el contrario, nos oponemos a ellas con las nuestras (que es de cierto modo, lo mismo).

Pero reparemos en el modo en que el poeta parte de un imaginario, un imposible para proponer una nueva perspectiva de las cosas. Es así que en literatura , tanto novelistas como poetas , gracias a las propias reglas del lenguaje , tienen libertad para no pensar o pensar en cosas inexistentes ,y a un mismo tiempo, paradójicamente, plantear ideologías y propuestas de vida para el futuro, sea éste próximo o lejano.

Hagamos ,pues, como estos amigos de lo imaginario, y no desperdiciemos la oportunidad que nos ofrece nuestro lenguaje para visitar lugares inexistentes y habitar realidades deseables, porque de ese modo, con seguridad, superaremos nuestra realidad inmediata , y realizaremos con un poco de inventiva, los sueños que creíamos imposibles.

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