domingo, 11 de mayo de 2008

Ostracismo

LA METAFORA DEL RETROCESO







Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com








La metáfora del retroceso nos servirá para comprender que no existen creación ni invención, solo descubrimiento. Esta metáfora se basa en el supuesto de que las cosas que conocemos y las que estamos por conocer, son cosas dadas, preexisten al hombre. Esto equivale a decir que lo que nos está por suceder, ya ha pasado, que el vaivén de la vida es una obra terminada y fortuita. Es desde el final que comenzamos a contar la historia.

La realidad aprehensible entonces tendría dos partes: los conocimientos y la incertidumbre. Los conocimientos son consecuencia de los descubrimientos (leyes, abstracciones, etc.), que no pueden ser invenciones porque el hombre es incapaz de crear. El también es un producto. ¿Cómo puede la creación crear lo creado? Ni siquiera él mismo se conoce totalmente. Y morirá probablemente sin lograrlo. El intelecto (la inducción, la deducción, las teorías, la lógica, etc.) es solo la herramienta de la que se vale el hombre para desempolvar las cosas que se encuentran escondidas en la incertidumbre. No obstante, para que esto sea posible, dichas cosas deben haber existido desde siempre.

Así el tiempo, el devenir, no son un camino al futuro, sino más bien al pasado, un retroceso. Nuestro estado actual se asemeja a un olvido o a una amnesia: debemos recobrar lo que somos viajando hacia el pasado .Incluso yo me atrevería afirmar que se trata más bien de una especie de invalidez, ya que el hecho de que poseamos una conciencia , que nos permite disfrutar de las cosas que nos rodean ,así como de su indeterminación; no equivale a pensar que nuestro pensamiento es capaz de desentrañar la fórmula de la vida ,ni siquiera en mil vidas. Si todos los pensadores del mundo, a lo largo de nuestra existencia como especie, no lo han conseguido, pues sería una insensatez creer que dentro de poco ya no habrá nada que conocer o descubrir.

La verdad absoluta no nos ha mostrado ni siquiera sus dedos, a lo mucho sus uñas; nunca su mecanismo oscuro ni su abstracción general. La complejidad de una computadora no puede igualar a la de un insecto. ¿Existiría la TV sin ondas electromagnéticas?¿El hombre las creó o solo se dio cuenta de que existían? El científico que “crea” clones ¿inventó la vida o es un simple cocinero de cosas vivas? ¿Manipular genes es lo mismo que crearlos? ¿Se puede jugar con la vida o solo mostrar sus posibilidades? ¿Los poemas en verdad, pertenecen a quien los escribió? ¿Las ideas son realmente productos del hombre? ¿Si no tuviera conciencia, el hombre dejaría de pensar? ¿El pensamiento es una consecuencia de la voluntad o un simple proceso biológico? ¿El manzano da manzanas de la nada? ¿No necesita del sol ni del agua?... En fin, mi intención no es entristecer a nadie. Lo paradójico es lo que sigue: ¿por qué queremos de una vez la verdad absoluta, si podemos saborearla de a pocos? ¿No nos hemos dado cuenta a caso de que de conseguirla, nuestra vida dejaría de tener sentido?

Es que el sentido de la vida se encuentra en el sinsentido. En ese desierto de incertidumbre que nos espera incansablemente después de cualquier descubrimiento. Ese espacio que es nuestro y no conocemos. Es de este modo que nuestro límite (nuestra imperfección) empieza a cobrar razón de ser. El que su contraste con lo indeterminado nos cause dolor o alegría, es decisión nuestra. Nuestra limitación es otra trampa que nos permite compartir de la infinitud de lo indeterminado. No hay mirada al futuro. Todo está dado. Debemos recobrarlo, o mejor dicho, debemos morir en el retroceso, en nuestra sempiterna travesía hacia Américas inéditas.

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