martes, 27 de mayo de 2008

Mundo de Palabras

EN BUSCA DE UN RECUERDO









Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com








Salí de mi casa con unas pocas monedas (en realidad pensaba caminar un poco) a recobrar mi infancia desvirtuada en un recuerdo, a recoger un pedazo de mí caído en el pasado. Quise, así sin más, andar y habitar otra vez los lugares que anduve y habité de niño. Deseaba, sobre todo, volver a ver la iglesia donde hice mi primera comunión. Llegaría a más un de un lugar memorable.

Dubité en la ruta que pensé daba al lugar que recuerdo. Fue arriesgado porque recordaba el inicio pero no el camino en sí ni como desembocaba en mi destino. Lo cierto es que una vez en el sitio, no recordé nada. Habían pasado 14 años y a pesar de que siempre contemplaba a lo lejos estos lares cuando el micro que me llevaba a la universidad pasaba por aquí, jamás había vuelto a repetir el mismo recorrido hacia la iglesia.

Tampoco me iba a dar por vencido. Ya estaba aquí y había caminado al menos un kilómetro. Sólo era cuestión de tiempo y de dar unas vueltas vanas por el lugar.
Como no recordaba cómo llegar a la iglesia, decidí hacer lo contrario de lo que había pensado. Mi plan era ir primero a la iglesia y luego al colegio donde nos llevaban después de la misa y los cánticos a seguir la catequesis en sí. Era el orden lógico. Como estaba más cerca del colegio (según mi recuerdo) decidí hacer el viaje contrario.

Con todo, no encontraba tampoco el colegio. Recordaba un callejón que daba a una avenida y más arriba, siguiendo ésta, una calle ancha que la cruzaba y donde supuestamente debía estar el colegio. Sólo la avenida que atravesaba la calle existía.

Tuve que retroceder porque el lugar se tornaba irreconocible (no sabía exactamente dónde estaba el colegio pero sí tenía claro dónde no podía estar). Me volví desconcertado, decepcionado, intrigado. No me iría del lugar hasta no encontrar lo que buscaba. Tendría que preguntar (aunque no supiera bien qué). Sin embargo, en una de las calles, que otra vez no era la que buscaba, pude apreciar las espaldas de lo que indudablemente era un colegio. Había todavía una esperanza. La calle que venía podía ser la del sitio que buscaba, aunque no lo parecía porque la imagen que tenía en la memoria seguía siendo la de una calle ancha y no una estrecha como esta. No me importó. Primero iría a este colegio y luego ya veríamos.

Llegué a la calle, entré en ella; no me parecía familiar pero igual me acerqué a aquel colegio que se encontraba un poco más al fondo. Lo reconocí. No era tan grande como el de mi recuerdo (así como tampoco lo fue mi primera casa cuando la visité luego de varios años) yo era más bajo entonces y las cosas parecian más grandes de lo que en verdad eran. Reconocí la entrada, el portón… tenía sólo dos pisos (llegué a creer que tenía tres). Aquí estaba después de 14 años. En aquellos años yo era todavía un niño, no era ni un vientecillo de lo que soy ahora (si no es al revés).
No sé por qué me puse a leer los avisos y la publicidad de la fachada del colegio. Seguramente buscaba un nombre conocido, una fecha. Luego me expliqué que esa era la mejor forma de recordar: sabiendo que el recuerdo estaba vivo, estaba ahí, no había muerto. Por primera vez supe el nombre del colegio, que de niño jamás me había importado: Alcides Espelucín.

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