domingo, 11 de mayo de 2008

Mundo de Palabras

CRÓNICA DE UN DÍA COMÚN Y CORRIENTE








Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com









Hoy sin habérmelo propuesto, he sido testigo de lo que sucede en mi familia sin que haya sucedido. He visto cómo un monstruo blanco los devora (o nos devora) o, lo que es lo mismo, cómo ellos se suicidan arrojándose a un hoyo negro que no entienden.
En este periodo largo (como se dice aquí en Perú) en el que casi nadie trabajará desde este jueves hasta el lunes, he visto cómo la gente quiere creer a toda costa que es feliz.
He visto a mi padre aliviado, a mi madre desestresada, a mis hermanos relajados. He escuchado los planes para el fin de semana, hablar de salidas, de viajes cortos, etc. A cualquiera esto le parecería normal, pero hay un río que corre debajo de este templo lo ilusorio.
Mi padre trabaja para mantenernos, mi madre cocina y se desvive por nosotros, mi hermana estudia para luego conseguir un trabajo (mejor dicho, estudia para dejar de estudiar y en su lugar ganar dinero). En resumen, todos hacen lo que tienen que hacer o, lo que es peor, lo que no quieren hacer.
La verdad es que después de no haber tenido alma, de haber hecho las cosas por reflejo y, en consecuencia, haber sufrido por esto, lo que mi familia desea no es sólo descanso, es sobre todo, distracción, olvido; quieren dar rienda a sus deseos inmediatos y satisfacer sus sentidos, olvidándose así de sí mismos.
Por un lado los obligan a no pensar por cuenta propia, a no protestar, a negarse a sí mismos, y por el otro, ellos mismos deciden no pensar en nada, quieren sentirse libres y buscar sólo entretenimiento.
Están lejos de lo humano porque no saben lo que es pensar, ver, oír, leer, discutir, atar cabos, etc. Lo único que saben es obedecer órdenes, dejarse llevar por sus instintos y hacer tonterías so pretexto de distracción.
Paradójicamente, en su interior agradecerán a sus jefes y a sus profesores por este día, quizás también al Presidente de la República. Le darán gracias a Dios (como si Él quisiera esto para ellos) y llegarán al convencimiento de que la vida es dura pero a veces complaciente, que, al fin de cuentas, el país está bien porque no hay noticias de guerra ni de cataclismo y que la vida es bella si se le ve desde un punto de vista positivo (si positivo es no usar el cerebro y dejar al cuerpo hacer lo que desea).
Mi madre cree que es feliz yendo a visitar a su familia y olvidándose de nosotros. Mi padre creerá que es feliz comprando una gaseosa y dándonos propina. Mis hermanos serán felices creyendo que tienen algo que celebrar en la noche. Y la gente en general estará satisfecha viendo en la tele algo que no los haga pensar.
Yo que había creído que hoy sería un día como cualquiera, con muchas cosas por corregir y una preocupación constante por cómo cambiar el sistema de cosas, me he dado con la triste realidad que no sólo estamos jodidos sino que nos gusta estarlo y que no sé si lo hacemos con conocimiento de causa o si somos títeres de un demoníaco oráculo que es el único beneficiario de este patético orden. Lo que sí es cierto es que nada de esto está bien, que nada de lo que pasa es normal. Que el hombre no puede ser una sombra suya y comportarse de manera opuesta su naturaleza reflexiva y creadora. En fin. Que no es justo que nos vean tan mal, haciendo el ridículo y causando lástima y nadie nos diga nada. Por eso esta crónica sencilla y directa.

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