domingo, 16 de marzo de 2008

Cafe Literario

EL PAPEL DE LOS INTELECTUALES EN EL PAIS








Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com











Desde siempre los intelectuales le han facilitado la vida al hombre común y corriente con sus creaciones, han incrementado el conocimiento humano considerablemente y nos han brindado una propuesta de vida nueva cada vez que ésta ha entrado en crisis. Sin embrago creo que ninguna de estas contribuciones hubiera sido posible si no hubiera existido en ellos una verdadera preocupación social. Por eso todo aporte de tipo intelectual será tal cual solo si de una u otra forma, su propósito esencial es mejorar su sociedad o está puesto en ella.

El papel de los intelectuales se entenderá mejor si es contextualizado, si afirmamos que intelectualidad y sociedad están íntimamente relacionadas. Entonces la función de cada una se vislumbrará contrastándolas entre sí. Esbozando a grandes rasgos un modelo de lo que es una sociedad, tenemos al gobierno, los intelectuales y el pueblo. Mi pregunta es: En caso de que un gobierno intente implantar una dictadura en su país o pretenda aprovecharse de su poder para discriminar a ciertos sectores y subyugar a otros, ¿Quiénes son las personas idóneas para entender mejor lo que sucede, denunciarlo y tomar la iniciativa de alzar la voz de protesta? ¿Qué sucede cuando las atribuciones de voz y voto son pisoteadas por los que ostentan el poder?

Los intelectuales son privilegiados en este sentido pero, a la vez, tienen una gran responsabilidad: hacer de su talento una función dentro del sistema
del que forman parte. De otro modo no se justifica su existencia. De otro modo, ¡Que se vayan al demonio con sus creaciones y productos!, porque éstos sólo reflejarán egolatrías y preocupaciones individuales, y de clase. Y es que los intelectuales no deben permanecer impasibles frente a lo que aqueja a su nación, así como tampoco ante lo que mengua su propia libertad para crear y opinar.

Ahora por ejemplo en el país no sabemos bien de qué se trata nuestra ciudadanía, cuando no participamos para nada en la elección de nuestros destinos y sólo somos simples receptores de aquello que el gobierno de turno unilateralmente decide es lo mejor para nosotros. Lastimosamente en todo sistema democrático el peor enemigo es la misma democracia, es decir, la opción que la mayoría apoya muchas veces produce su propia destrucción. Ejemplos de esto son el dictador Alberto Fujimori y “El mal menor” Alan García. Asimismo hay que observar que nuestra democracia es demasiado deleznable en tanto no hay un verdadero soporte institucional que asegure nuestro statu quo de ciudadanos, puesto que después de elegir a un presidente, nuestras demandas no son debidamente canalizadas y por tanto desoídas. Además que nuestro punto de vista no cuenta al momento de promulgarse una norma que va en contra de los verdaderos intereses nacionales y limita nuestras libertades constitucionales.

Lo que podemos observar, hoy por hoy, es una actitud pasiva de los “intelectuales” que se limitan a escribir únicamente si se les paga y a veces hasta a subordinar lo que expresan a lo que les exigen sus superiores. Podemos darnos cuenta de que la perspectiva de los artistas que creen que su única preocupación como intelectuales es su obra y su respectiva difusión, es equivocada. No puede ver algo más ególatra y egoísta que eso. Los vemos regocijándose en su búsqueda de la estética más llamativa, en hacer un arte que tan solo puede ser entendido por los propios artistas. Nos divierte ver cómo los intelectuales tienen una misma forma de vestir, de caminar y hasta de hablar, y cada vez son más inalcanzables e indiferentes con respecto al pueblo. No son conscientes de que toda virtud trae consigo una responsabilidad y que todos las aptitudes que puedan tener no deben ser meros adornos en ellos, porque entonces el intelecto y el arte (según sea el caso) pasarían de ser una producto social capaz de trascender su propia realidad y mostrarnos un sistema mejor de cosas, a ser un simple artículo de moda, con muchos atributos estéticos o técnicos pero sin ninguna función ni provecho para quien lo obtiene o percibe.

Los intelectuales además de compartir sus creaciones con la sociedad, deben ayudar a ésta a ser cada vez mejor, a ver de forma más clara lo que sucede a su alrededor y a desarrollar en ella un sentido crítico que la prevenga de caer en el conformismo y el servilismo. Al fin y al cabo, no son los intelectuales como clase los que llevarán acabo una reforma del sistema de cosas opresor sino quienes pertenecen al propio sistema, es decir, las personas comunes y corrientes que son los engranajes de la economía y la estructura de una sociedad. Los intelectuales deben estar al servicio del pueblo y atentos a cualquier manifestación de inequidad y abuso de poder para justificar su existencia.

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