martes, 29 de abril de 2008

El Viajero de la No Mente



EPISODIO I: CONVERSACIONES EN EL NO TIEMPO
(Continuación)

















Por Fabrizio Davelouis Valega
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fabrizioemptiness@hotmail.com









“Cuando el grupo de personas empezaron a recitar mantras y luego oraciones o plegarias, vi a una pequeña niña de unos tres años de edad que rezaba y rezaba ante una gran estatua con guirnaldas e incienso, que estaba colocada en la gran mesa para la ceremonia y el banquete. Esta niña con lágrimas en los ojos y la mente totalmente absorta en una idea, me pedía con mucha fe y convicción que le realice el gran milagro de salvar a su madre de una grave enfermedad.


Al acercarme a ella, ocurrió algo sorprendente y muy extraño: la pequeña pudo verme y me reconoció, aunque sólo por unos instantes y luego por más que me buscaba con la mirada ya no podía verme a pesar de encontrarme en el mismo sitio. Sin embargo ese breve momento fue un suceso que, como pude observar con el correr del tiempo, mantuvo en su mente como un recuerdo durante toda su vida. No puede saberse si fue bueno o malo para ella, tú sabes bien que todo es muy relativo y nada es absoluto, al menos nada en estos mundos sumergidos en la rueda de nacimientos y muertes que gira sin comienzo ni fin.

Después la niña continuó orando con más intensidad, una intensidad nunca antes vista por mí, tanto así que en mi mente podía escuchar claramente sus plegarias y en mi corazón podía sentir la fuerza de los sentimientos de los que, a pesar de su corta edad, era presa. No tuve otra opción y decidí aparecer inmediatamente, con la velocidad del pensamiento, en el lugar donde se encontraba la madre de esta pequeña niña. Era una choza muy pequeña, como para que vivan a lo sumo tres personas. Entré a la humilde habitación y al ver su aura, a primera vista noté que irradiaba un débil color celeste; inevitablemente la vida huía de ella, como los granos de arena que se escapan entre los dedos de las manos.

Esto me trajo a la mente el recuerdo de un viejo reloj de arena que tenía en la biblioteca de mi palacio de aquel entonces. Allí tenía un texto sacrílego de un hombre que era considerado por casi todos los dioses como un verdadero desquiciado. No recuerdo bien su nombre, creo que se llamaba Fabrizio Davelouis, pero su nombre no importa mucho, lo que importa es lo que escribió este humano en su breve libro. Me pareció tan extraño en ese momento que me quedó grabado en la mente (así como en ti las palabras de tu sueño) el texto decía:

“Nunca se tiene lo que se desea porque cuando se obtiene, uno está conforme con ello sólo un corto tiempo, luego viene el aburrimiento y busca cambiarlo por otra cosa o desea obtener otra cosa; siempre estamos siguiendo nuestros deseos, por eso somos nuestros deseos y dejamos de ser nuestra esencia.

Siempre deseamos, y nuestra mente es un río caudaloso que contiene miles de pensamientos y cada uno de ellos es la expresión de un deseo ¿Cuanto deseamos, no? y ¿Nos alcanzara esta vida para obtener todo lo que deseamos y después qué? ¿Siempre estamos atrapados en el deseo constante de todo pensamiento que llega a nuestra mente?

El deseo constante nos conduce al apego; apego a todo pensamiento sobre aquello que deseamos tener, apego a todo aquello que hemos obtenido pero previamente lo hemos pensado y lo hemos deseado.
¿Esto a qué nos lleva?

El apego nos lleva a varias cosas. Las principales son: primero nos conduce a tener una vida repetitiva, sin significado profundo y segundo nos lleva a no sentirnos completamente o profundamente o verdaderamente felices porque todo lo que tenemos o lleguemos a tener o planifiquemos llegar a tener está sujeto a la impermanencia. En verdad absolutamente todo lo que nos rodea, que podemos tocar y percibir con nuestros cinco sentidos es impermanente.

Así que es una triste verdad para muchos saber que todo lo que tienen o lleguen a tener es impermanente y en algún momento de sus vidas lo perderán.

Pero lo verdaderamente triste es vivir una vida sin un significado profundo ya que la vida actual que tú tienes es impermanente y no sabes sí seguirás vivo la hora siguiente o, si es que vives, si seguirás viviendo saludable, parapléjico o en estado de coma: simplemente no lo sabes...

Como no se sabe cómo será exactamente el futuro, lo mucho que puede saberse de él son sólo probabilidades y nada exacto. Entonces si todo cambia, lo que se tiene hoy nadie te asegura que lo tengas mañana, ¿No sería mejor dejar de desear tantas cosas que a la larga, o sea, cuando no estés en tu cuerpo actual, no te serán necesarias?
Creo que lo único digno de desear es tener una vida con un significado profundo...”

“La impermanencia”, me dije a mí misma en mi mente. Recordé que, la gran mayoría en los mundos de los dioses nunca reflexionaba en ello, inclusive muchos actúan como si nunca fueran a morir, y quizás esa ilusión se deba a que viven en verdad muchísimo tiempo; pero inevitablemente algún día mueren. Yo misma he muerto incontables veces y también he nacido innumerables veces.

En aquel momento empecé a entender la impermanencia, al ver a esta mujer, cómo la vida la abandonaba. Su aura empezaba a decaer sin embargo proyectaba un sentimiento de tranquilidad, estaba muriendo pero estaba tranquila, quizás – pensé – se mantenía así porque sabía que al morir tendría un buen renacimiento debido al fiel cumplimiento de sus prácticas religiosas y mágicas. Pero no era así: ella se mantenía tranquila al pensar que su devoción hacia mí la librarían de todo mal y no le importaba morir o vivir, sólo pensaba en que la diosa la salvaría de todo lo malo y la llevaría al lugar que le correspondía, o a continuar viviendo o a renacer en otro espacio y tiempo, habitando un nuevo cuerpo.

La humildad y desapego arremetieron intensamente en mi corazón como si fuese la onda expansiva del estallido de una supernova.

Entonces continué observando los colores que emitía su debilitado cuerpo, observaba cómo se arremolinaban y daban vueltas alrededor de sus vísceras los colores indicando el estado de salud de cada órgano. Por fin detecté el pancreas muy debilitado con una nube de color guinda oscura que opacaba la visibilidad de las venas del mismo, tambien vi el higado comprometido. Inevitablemente - pensé - esta mujer va a morir. Mientras pensaba estas cosas, ella pudo verme y no sólo a mí sino a otros seres de luz que yo todavía no alcanzaba a percibir en aquel entonces. En ese momento se extinguía casi la última molécula de energía vital que había en su cuerpo físico y la conciencia empezaba a retirarse de todos los lados del cuerpo y se empezaba a arremolinar en la zona del corazón, esto indicaba que aquella mujer había sido una persona muy noble y piadosa en su vida.

La temperatura empezaba a descender, los latidos ya habían cesado; la paz empezaba a inundarla por fin...






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