domingo, 13 de abril de 2008

Mundo de Palabras

EL PAPEL DE LOS ESCRITORES EN EL PAIS










Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com













Hay una gran similitud entre el arte de escribir y el escribir común y corriente. La parte esencial del lenguaje podemos encontrarla en el análisis del signo. Sabemos que éste está constituido por el significante y el significado. El significante viene a ser el código, los meros sonidos o grafías con que está formada una palabra en cualquier lenguaje del mundo. El significado, el concepto (que es algo mental, intangible) al que nos remiten los significantes. En lo que respecta al significante, su representación gráfica o fónica es contingente, arbitraria. No se eligen significantes que se correspondan esencialmente con lo que significan. Significar es establecer en signos cierto significado mental; con que un significante apartado de lo que significa, no tiene valor alguno, carece de autonomía.
Podría decirse que los significantes de un signo lingüístico son accesorios puesto que son elegidos por convención y no porque signifiquen algo en sí mismos. Las cosas y los conceptos no son equivalentes a sus nombres, éstos les han sido designados deliberadamente. Por eso cuando yo digo palabra, word o parole me estoy refiriendo a una misma cosa: a la idea que tenemos de palabra, sólo si yo y el que lee estas líneas manejamos los mismos códigos (el español, el inglés y el italiano).
Como podemos darnos cuenta, los distintos lenguajes son los que establecen sus propios significantes para un mismo significado.
Este mismo análisis puede aplicarse al lenguaje literario. Pero en vez de hablar de significante, hablaremos de estética; y en lugar de significado, de contenido. En mi opinión lo que expresa un escritor en última instancia, no es su lenguaje en particular, sino lo que con éste nos sugiere. Poco importa si un escritor se vale del surrealismo, el dadaísmo o el realismo mágico a la hora de escribir. Lo que trasciende, en cambio, es lo que el autor logra transmitirnos a través de dichas técnicas. Yo rechazo, por esta razón, todo aquel lenguaje que so pretexto de originalidad y libertad, comparta el mismo código tan sólo con su propio creador o con unos los “entendidos”.
Me parece una tomadura de pelo que algunos seudo artistas, en equívoca defensa de su originalidad, se alejen de quienes esperan del arte (que es el reflejo de la humanidad del hombre) un claro mensaje, un alto contenido.
La percepción que tengamos de la estética es por tanto, medular. La estética, que es el código con el cual el escritor es capaz de comunicarse(es el lenguaje paralelo al que pertenece culturalmente) con su posible interlocutor, es tan importante que de esta depende precisamente lo que quiere decir el autor y a qué distancia se encuentra de su destinatario.
Si un escritor es realmente perspicaz, entenderá que su mayor preocupación no debería ser la estética (puesto que la originalidad es sólo consecuencia de un verdadero cambio interior), sino lo que quiere decir, el contenido. Es su espíritu el que debe crecer y robustecerse, para que de ese modo tenga algo que decir y no quedarse en la simple admiración de un verso logrado, un lenguaje hermético o vanguardista.
El escritor, es cierto, debe dedicarle el mayor tiempo posible a su obra, porque esta es la función natural que tiene en su sociedad. Sin embargo tiene también que tomar en cuenta que desde que utiliza el lenguaje tanto para comunicarse consigo mismo como con los demás, es un ser social per se y no cada vez que se lo propone. Es decir, que un creador no decide cuándo comunicar o no; no puede dejar de hacerlo, toda vez que piensa y codifica lo que piensa en determinada lengua a la hora de escribir.No olvidemos, amigos artistas, que no estamos nunca alejados del mundo, no somos un paréntesis de vida, ni somos tan libres como pretendemos. Cuando uno lee una obra cualquiera, no lee exactamente, a su autor no le importa demasiado el lenguaje que utiliza. Leemos más bien, lo que un ser humano es potencialmente capaz de pensar y sentir. Encontramos en lo que consideramos un gran escritor, un clímax de la inteligencia humana, que nos hace creer otra vez en nuestra especie. Lo que escribe, en consecuencia, no es el autor, es la humanidad entera. Un hombre no piensa o siente individualmente, un hombre piensa y siente porque todo ser humano piensa y siente. Uno no escribe como tal o cual, ni piensa como este o aquel. Escribe en el lenguaje de todos y piensa porque todos pensamos. Por eso digo que lo que escribimos no nos pertenece, somos sociales en esencia. No hay momento en que no nos comuniquemos con el otro.

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