domingo, 13 de abril de 2008

Ostracismo

SOBRE LA CONCIENCIA

(Parte 2)










Por Oscar Perlado Rodríguez
Comentarios: shagyetc@hotmail.com









La La conciencia de la que les hablaba en el artículo anterior no es la conciencia a la que se refiere la psicología. Esta hace una diferenciación inexistente entre la conciencia y la inconsciencia.
La conciencia se dice es el estado despierto en que el hombre puede hacer uso de su razón y su libre albedrío. Su contraparte sería la inconsciencia, un estado en el cual la personalidad y la voluntad se han extinguido.
La verdad es que no existe diferencia entre conciencia e inconsciencia, son dos caras de una misma moneda: la conciencia de la que les hablaba. Pues si la conciencia es un acto despierto, en el cual el hombre se da al mundo en todas sus posibilidades, ¿qué vendría a ser la inconsciencia?¿Dormir es lo mismo que morir? ¿Cuando uno está inconsciente no es capaz de percibir?. La repuesta es rotundamente negativa. La verdadera conciencia no deja de actuar en ningún momento. Sería una bobería creer que mientras dormimos, nuestra conciencia deja de actuar. El sueño es una prueba de que aún somos conscientes de algo, de que seguimos siendo espectadores de la realidad (en este caso, de nuestra propia mente).
Digo que la clasificación que hace la psicología de conciencia e inconsciencia es sólo técnica (ficticia), porque de lo contrario tendríamos que preguntarnos qué somos nosotros: el estado consciente en que podemos interactuar con la realidad o el estado donde se pierde todo rasgo de personalidad y todo acto volitivo (*), y descubrimos el mundo de nuestra mente y el reinado de la sin razón. No sabríamos si la vida está fuera de nosotros o dentro. No sabríamos si vivimos cada vez que despertamos o cada vez que dormimos. No sabríamos si la realidad es un sueño o si nosotros mismos no existimos. Si nuestra vida es la de afuera o la que se desarrolla paralela dentro de nosotros.
La conciencia esencial es aquella que es capaz de atestiguar el proceso del pensamiento así como el fenómeno exterior. Sus dominios son tanto el nuestro mundo interno como el externo. Su labor es equivalente a nuestro propio tiempo, ya que no deja de actuar en ningún momento, a diferencia de la personalidad y la voluntad, que se disuelven en la inconsciencia.


(*) Referente a la voluntad.

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